“UNIDOS, RESISTIREMOS; DIVIDIDOS, CAEREMOS.” – ALEJANDRO DUMAS (1802-1870).
El pueblo de Guatemala ha sido estafado políticamente, una y otra vez, el 90% del tiempo durante los últimos doscientos años. Y si la resistencia democrática no actúa inteligentemente el próximo 25 de junio, el oprobioso régimen que nos mal gobierna, lo hará una vez más...
No exagero, ciudadano. En 1821, por ejemplo, se nos ofreció acabar con la tiranía de la monarquía española, para darnos un gobierno en el que todos los ciudadanos fuéramos “iguales, en dignidad y derechos”. Pero con tal de preservar sus privilegios sobre el comercio exterior, las minorías pudientes de aquel entonces nos estafaron con una “Independencia sin República”, empequeñeciéndonos territorialmente y retrasando la vida social civilizada por medio siglo, a través de la tristemente célebre “noche de los treinta años”, una vulgar y manipulable monarquía de aldea. Y volvieron a hacerlo en 1871, “lavándose la cara” con una revolución dizque “liberal”, cuando a pesar de habernos ofrecido un régimen constitucional de propiedad privada, lo que hicieron, en realidad, fue repartir corrupta y desigualmente las tierras sin dueño del país, para consolidar así nuestro semi-feudal Capitalismo de Plantación; ese de la dualidad latifundio-minifundio, el que hizo de Guatemala una sociedad de virtuales siervos, con sólo un puñado de favorecidos señores. Y hasta entre 1944 y 1954, la soñadora Revolución de Octubre fracasó en hacer de ésta una república “de muchos modestos propietarios”, de amplia clase media, dejándonos atrapados en la terca y estéril disputa entre una izquierda radical que pretende redimirnos con el despótico e ineficaz reparto -dizque colectivo- de lo ajeno y una ultra-derecha que -seamos claros- lo que realmente quiere, es que nada -de lo fundamental- de veras, cambie...
Ya más recientemente, a partir del pacto entre nuestros verdaderos titiriteros, en 1985, los grandes empresarios, “los oficiales que ganaron la guerra” y algunos exguerrilleros amañados, nos tienen sometidos a este sistema político sin partidos políticos, esas hasta ahora aquí inexistentes instituciones de derecho público, sin dueño, de larga data, con afiliaciones masivas, con plataformas programáticas conocidas y con procesos democráticos internos para la selección de sus candidatos. En vez de eso, los guatemaltecos “gozamos” de una democracia de fachada, en la que sin mayor debate público, nos ponen a escoger entre una abultada oferta de candidatos “pre-aprobados”, que mayoritariamente, sólo ofrecen diferentes versiones de “más de lo mismo”; para orillarnos con la masiva propaganda insulsa que financian sus abundantes dineros malhabidos, a dizque “elegir” al “menos pior”. Asustándonos -eso forma parte del sistema que mañosamente nos impone la voluntad de la mayoría de la minoría- con un, una o unos convenientemente visibles “comunistas”, que constituyen el infaltable “petate del muerto”. Para que ya con un gran ladrón al mando, eso sí, “defensor de nuestros valores cristianos”, un Congreso de “representantes” desconocidos, en su mayoría miembros de las mafias y electos con el perenne fraude estructural de nuestros “listados nacionales”, haga leyes “al mejor postor” y nombre a venales y “manejables” jueces, que impidan efectivamente que el Estado de Derecho se haga realidad. En ese régimen, cuyos beneficiarios directos (los diputados y principales magistrados, entre otros) se niegan a reformar, nuestras miopes élites económicas han encontrado relativamente fácil mantener, a base de coimas, su “fórmula para el desarrollo”: afincada en la rentable pero socialmente inútil tríada de (i) impuestos eludibles, (ii) “mano de obra barata”; y (iii) un “Estado castrado”. Y por eso, aunque a regañadientes, porque “la criada les salió respondona”, de facto, apoyan a estas mafias; que como garrapatas, “le chupan la sangre” a nuestro exiguo Presupuesto Nacional y día a día, a mordidas, nos roban el futuro...
El régimen así constituido se ha empeñado en que ignoremos que los países del primer mundo crearon a sus grandes clases medias -secreto de su estable prosperidad- con medidas deliberadas. Con dotaciones patrimoniales a ciudadanos desposeídos (como p.e. hizo A. Lincoln, quien a mediados del S.XIX repartió tierras del Estado en el Oeste norteamericano a ciudadanos comunes); con la creación de una red de satisfactores sociales garantizados en salud, educación, transporte cotidiano y seguridad (como p.e. hizo Otto von Bismark al iniciar el "estado de bienestar" en la Alemania del S.XIX); y con la creación de condiciones favorables para la gran inversión (como p.e. las políticas que promovieron a las industrias siderúrgicas, ferroviarias y navieras, en Europa, los EEUU y Japón, en la segunda mitad del S.XIX). Esto se hizo, de nuevo, en el Pacífico asiático (fundamentalmente, en Corea del Sur y en Taiwán) a mediados del S.XX, con un éxito asombroso. América Latina, sin embargo, siempre se resistió a ir en esa dirección, con las clases que heredaron la riqueza colonial, muchas veces afianzada corruptamente, arguyendo cínicamente que "los pobres son pobres porque no se esfuerzan lo suficiente". Ya no digamos en Guatemala, campeona de algunos de los índices sociales más deleznables de América...
En ese contexto, el diálogo público sobre los problemas nacionales ha sido de facto proscrito por esta hipócrita “democracia de fachada”, que lo considera “peligroso”. Reitero: tenemos un “sistema político” sin verdaderos partidos políticos, que ha permitido se imponga la voluntad de “la mayoría de la minoría” el 90% del tiempo durante los últimos dos siglos. Aunque ya el llamado “primer mundo” haya demostrado que como decía Winston Churchill, “la democracia es el peor de los sistemas, con excepción de todos los demás”, el régimen que nos mal gobierna sigue apelando a la misma fórmula a la que recurrió el Clan Aycinena en el S. XIX, cuando utilizó a los rufianes que aglutinó Rafael Carrera, para intercambiar corrupción y despotismo por la preservación de sus privilegios semi-feudales. Hoy tenemos una versión actualizada de eso mismo y hoy como ayer, las élites están viendo impotentes cómo sus anteriores subordinados les arrebatan, poco a poco, el poder real. Por eso es que vivimos bajo gobiernos que hoy ya roban descaradamente; que tratan, sin inmutarse, de ahogar la libertad de expresión; que persiguen “legalmente” a quienes combaten a la corrupción en la prensa y en los tribunales; que manipulan impunemente el sistema eleccionario; y que en general, ya sin ningún freno institucional, nos condenan al subdesarrollo...
Afortunadamente, hoy hay una inesperada posibilidad para salir de este hoyo. Acicateadas por su demedida ambición, varias mafias rivales se enfrentan en estos momentos por el craso reparto del poder del régimen; los de siempre están divididos. Así que, a pesar de todo, aún subsiste una oportunidad para el cambio verdadero: de los candidatos disidentes que “se han colado” entre las rendijas de nuestro tramposo sistema, Manuel Villacorta -porque lo subestimaron- es el único con posibilidades realistas de confrontarlos con alguna posibilidad de éxito. Todos los demás “punteros” son “más de lo mismo”, mientras que es evidente que él es un hombre inteligente, culto y bien intencionado, con el carácter necesario para iniciar un viraje histórico. Y también es cierto, no todos los que lo rodean son “niños de primera comunión”, pero no vamos a elegir a un Rey, sino a un Presidente. Así que con la participación de la ciudadanía consciente, los guatemaltecos podemos iniciar bajo su Presidencia, un cambio auténtico. Por eso los enemigos del cambio lo acusan de “chairo”. A destiempo se han percatado de su descuido... Pero el temor que suscita este social-demócrata moderado, no sorprende en un país en el que se habría tildado de “chairo” al propio Abraham Lincoln y probablemente hasta al monarquista Otto v. Bismarck. Aquí nos han hecho ignorar que en el primer mundo liberales, conservadores y social-demócratas se han alternado pacíficamente en el poder -excluyendo a los extremos- durante la mayoría del tiempo de los últimos dos siglos y que por eso, precisamente, son prósperos y estables. También, atemorizados por la posibilidad de que Villacorta inicie un cambio real, los aycinenistas de hoy andan tratando de convencerlo a usted de que “ése no tiene chance”, que “no desperdicie usted su voto”. Acostumbradas a usar la manipulación de las encuestas como parte natural de su “arsenal electoral”, los corifeos del régimen tratan de inducir el voto a su favor, apelando al síndrome del “caballo ganador”. Pero su intención ya es evidente: lo que de veras quieren es que nada cambie. Por eso es que aquí las élites no han permitido que salgamos del terco y estéril enfrentamiento entre los neoleninistas y los ultra-conservadores, por eso procuran que sigamos polarizados. Pero insisto: la división actual entre las mafias del régimen, nos abre hoy una inesperada oportunidad. La suma de quienes quieren un cambio sano y quienes están pensando en el estéril voto nulo, pondrían a Villacorta en la segunda vuelta. Para lo cual debemos dejar de dispersar el voto de protesta y concentrarlo en un solo frente. Démosle “un caitazo” al régimen, ciudadano; “no gastemos más pólvora en zanates” y hagamos Presidente a Villacorta. Para eso necesitamos no sólo de su voto, sin perseguir otras quimeras, sino de su rol dentro de la “estructura informal de liderazgo de la sociedad”. Su opinión cuenta, ciudadano, y se debe proyectar en su círculo de influencia social. Así, la “sorpresa”, se hará realidad...
El actual proceso electoral ha sido tan sucio, tan burdamente tramposo, que aún si las mafias, merced a sus trampas, tienen éxito formal en sus grotescos designios, presidirán sobre un gobierno sin legitimidad. Ya la viabilidad del régimen se dirige, inexorablemente, a su nadir. Ojalá su defenestración la logremos por medios civilizados y pacíficos, el próximo 25 de junio, con el voto inteligente. Aunque en última instancia, Guatemala sólo saldrá de su nefasto predicamento si los ciudadanos conscientes abandonamos nuestra tradicional apatía y falta de compromiso, y nos involucramos en la política. Durante los próximos cuatro años debemos desarrollar auténticos partidos políticos, que puedan llevar a la palestra a las corrientes de opinión que de veras existen en nuestra sociedad, en vez de a los tradicionales mercaderes de la política. Mientras tanto, hay que presentar un frente unido. ¡Desoiga los “cantos de sirena” del voto mulo! La Patria llama, ciudadano. No desoiga su llamado. No olvide que a fin de cuentas, “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”...
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