El alto costo de la percibida tibieza Presidencial
- ciudadanotoriello
- hace 43 minutos
- 7 Min. de lectura
“Más vale un rato colorado que cien descoloridos.” – Refrán popular guatemalteco.
Cuando el domingo 25 de junio de 2023 Bernardo Arévalo, inesperadamente, “pasó a segunda vuelta” con un poco menos del 12% de los votos emitidos, la fracción más perspicaz del pueblo de Guatemala supo que tenía la oportunidad de iniciar un cambio real en el rumbo del país. Ello, pese a la significatilva abstención (2 de cada 5 electores potenciales) y de que entre el voto nulo y el blanco se había obtenido una negativa “mayoría” (casi el 25% de los votos, significativamente por encima de la “ganadora” de la primera vuelta, Sandra Torres; que sacó, apenas, el 21% de los sufragios emitidos), evidenciando un fuerte y anárquico ánimo “contra todo”. Ello no obstante, aquel sorpresivo fenómeno de una opción “arevalista” real, concitó un fervor popular inusitado, que contrastaba con la usual desesperanza, cínico conformismo y hasta desinterés, que han venido caracterizando a buena parte del electorado guatemalteco, durante los últimos años. Se creyó, ampliamente, que podría venir un gobierno que ya no sería “más de lo mismo”. Así, una extraña coalición entre una entusiasta juventud urbana hábil en el uso de redes y una senectud que rememoraba con nostalgia los tiempos de la Revolución del 44, se sumó al geográficamente esparcido voto de una mayoría moderada, súbitamente esperanzada, para darle un contundente 61% de la voluntad popular al candidato de “la nueva primavera”, en la segunda vuelta.
Pero así como aquel fenómeno concitó la esperanza de las mayorías, el asunto también despertó un temor casi existencial entre los beneficiarios del régimen anciano que nos ha gobernado el 90% del tiempo durante los últimos dos siglos; que veía, inconforme, cómo se cercenaba, a ojos vista, parte de su poder. “¡Se nos vienen encima los chairos!” fue la reacción inmediata. Lo primero que hicieron fue “cerrar filas” entre los dispersos grupúsculos del “pacto de corruptos” (pdc) y la facción política con la que tenían que efectuar su ”matrimonio de conveniencia”. Ello pese a viejas antipatías y obvias contradicciones ideológicas, en la expectativa de capitalizar “el voto duro” de “la doña”; ese derivado de los beneficios sociales del programa “mi familia progresa”, cuyo inicio es aún recordado con aprecio por sus beneficiarios y adherentes. A ello sumaron buena parte del voto de “la mayoría de la minoría”, nuestra asustadiza clase media, a la cual espantaron exitosamente con las usuales especies que suelen blandir los ultra conservadores en estos casos: “son comunistas”, “nos van a convertir en una Venezuela”, “están en contra de los valores de la familia”, etc., etc. Pero pese a que lograron crear un ambiente de alta polarización, aquello no fue suficiente. Más de la mitad de los votantes (55%) se quedó en casa el 20 de agosto de 2023, y de los que votaron, menos de dos de cada cinco, salieron a votar por la Tarántula...
“Jalisco nunca pierde; y cuando pierde, ¡arrebata!”, dice la canción mexicana; esa que pinta de cuerpo entero al régimen anciano en este caso. Primero alegaron que se había consumado un fraude. Y aunque sólo los que -contra toda evidencia- quieren creerles, les creyeron, mantienen tercamente esa mentira, para con ella intentar justificar las inacabables “güizachadas” que dizque sustentan sus intentos golpistas de escritorio. Porque así es: intentaron impedir, torciendo la ley, que el candidato ganador asumiera el poder ejecutivo; luego “castraron” de poder real a la bancada legislativa del candidato ganador en el Congreso; y finalmente, constituyeron un apéndice disidente del gobierno ¡dentro del propio Organismo Ejecutivo! Todo con el apoyo de buena parte de los Organismos Judicial y Legislativo, que están cooptados por nuestro tramposo régimen anciano desde hace décadas. Su dinámica golpista se veía “aupada” por la creencia de que la nueva administración trompista -cuyo ascenso al poder en Washington coincidió de cerca con la toma de posesión de Arévalo- los habría de acuerpar una vez estuviera en el poder. No supieron ver que aquel apoyo norteño nunca se materializaría, y que consiguientemente, la labor disuasiva del Pentágono sobre nuestro Ejército no mermaría (en detrimento de considerar aventuras golpistas) y que hasta crecientes proporciones de la “burguesía esclarecida” iban a poner distancia, para no poner en peligro sus mercados de exportación. Es un consenso bipartisano en Washington: la inmigración desbocada y la tolerancia de los corredores de la droga, es una responsabilidad que comparten con las mafias las “rapaces” élites locales, que “no quieren pagar impuestos, ni asumir sus responsabilidades sociales”. “No merecen apoyo”. Eso sin mencionar que la libertad de expresión en las redes les impidió controlar, como les resultaba fácil antes, a una opinión pública local cada vez mejor informada y contestataria...
Pero la desesperación es mala consejera. Envalentonados por sus prejuicios, han mantenido presión constante sobre el que llaman “el peor gobierno de la Historia”. Y han cosechado logros: en general, han saboteado eficazmente al gobierno, haciéndolo parecer inútil. Han atacado a sus funcionarios y mantenido la persecusión penal de periodistas disidentes y operadores de justicia probos, haciéndolo parecer débil. Han desmantelado casos legales contra conocidos ladrones del erario, hasta devolviéndoles sus riquezas mal habidas, haciéndolos quedar en ridículo. Han inducido la parálisis parcial de la acción de gobierno en materia de Comunicaciones y Obras Públicas, Salud y Seguridad, haciéndolos lucir ineptos. ¡Hasta en materia comunicacional, donde es muy difícil competir contra los micrófonos del gobierno, les están ganando la batalla! Y su logro fundamental: han logrado que Bernardo Arévalo pierda buena parte de su capacidad de “ungir” a un sucesor, como lo haría un gobierno reformista exitoso, haciéndolo caer en nuestro usual predicamento tercermundista, ese en el que una “bendición presidencial”, más que viento para las velas de una siguiente propuesta política, se convierte en pesado lastre...
Y no tenía que haber sido así. Desde que se hizo evidente la grotesca agenda golpista, el Presidente debió haber cortado por lo sano. Al amparo del artículo 251 Constitucional, debió haber destituido a la perversa Fiscal General, el día de su toma de posesión. Y al amparo de los artículos 44 y 5 de la CPRG pudo haber ignorado una resolución de nuestra prevaricadora Korte de Konstitucionalidad (KK), si ésta hubiese osado declarar inconstitucional la acción anterior. Al amparo del artículo 141, además, debió tomar partido a favor del Organismo Legislativo, manteniendo a su diputado estrella presidiendo a la Junta Directiva y a su bancada parlamentaria en el lugar que consiguieron de manera casi épica, oponiéndose a la inconstitucional intromisión del poder Judicial dentro del poder Legislativo. Habría habido un enfrentamiento, es cierto. Definitivamente; uno que de todas maneras llegará, tarde o temprano. Pero en Enero del 2024, Arévalo contaba con el fervor popular. Pudo haber llenado las calles y las plazas de patriotas fervorosos y convocado a una definitoria Consulta Popular. Lo apoyaban los norteños, también, que habrían presionado al Ejército a no intervenir. En plena luna de miel política pudo haber llevado a cabo un verdadero viraje hacia la auténtica República Democrática. Haciendo valer los principios, las normas sobre las formas... Pero no fue así. Una timorata y errada interpretación de las leyes y un temor exacerbado a los riesgos que conlleva toda acción republicana auténticamente reformista, lo orillaron a conformarse con una deslucida conservación del poder a medias. Como consecuencia, la decepción y el desánimo cunden entre quienes votaron por él, aunque se reconozcan algunos logros y se trate de mantener la esperanza...
Pasaron los meses y ya vamos a cumplir dos años de este gobierno. Hubo modestos avances. Sí, se enfrentó al mafioso de Joviel. Sí; ya sin la oposición solapada del gobierno, el Corredor Interoceánico está por llevar a cabo la inscripción del inmueble interoceánico en el Registro de la Propiedad; y con ello, vienen promisorias expectativas de desarrollo integral. Sí; se remozaron escuelas, cambió la tónica de los funcionarios y una docena de otros avances mas. Pero nada a la altura de las expectativas. La apuesta fundamental del gobierno ha sido que con paciencia y “apego a la Ley”, en el 2026, el Presidente “ya no tendrá la piedra en el zapato” y con un Presupuesto generoso, podrá dejar huella en la transformación social. Pero aquello huele a “premio de consolación”. Tendremos, quizá, derecho a que los golpistas no logren imponerle su voluntad a la mayoría ciudadana en las próximas elecciones. Menudo triunfo. Y la “habilitación” de la chequera presidencial se logró al costo de permitir el engrosamiento de enormes bolsones de corrupción, que también “habilitarán” las chequeras del pdc. Error estratégico garrafal. Mientras tanto, nada de planes para contruir una Red Vial Nacional. O un sistema de transporte público accesible. O de suficientes hospitales y escuelas. O de suficientes estaciones de policía equipadas. Nada de un plan integral para dotar a la población de suficiente agua potable, de procesamiento generalizado de desechos sólidos y líquidos, de protección efectiva de nuestras cuencas. El sueño de una sociedad en marcha hacia un mejor futuro, nuevamente postergado...
Hay hoy plena consciencia de que las reformas que el país tiene que acometer, ya no podrán ocurrir durante la presente administración: (i) la reforma judicial, que establezca la meritocracia profesional y nos arranque de este perverso sistema de veredictos al mejor postor; (ii) la reforma política, que asegure que nuestros representantes en el Congreso sí nos representen, para que las reglas de juego no se escriban contra el pueblo; y (iii) la reforma económica, para asegurarnos de que en ocho años tengamos un país moderno y eficiente, una república para todos los ciudadanos. Por eso, espontáneamente están surgiendo llamados a concertar un amplio movimiento popular que luche en contra de la fragmentación de las fuerzas democráticas, a pesar del desaliento actual. Que haciendo de lado el desánimo prevaleciente, busque que éstas se canalicen en torno a agendas comunes consensuadas y hasta, de ser posible, en mecanismos de convergencia del futuro voto democrático. En el ambiente flota la percepción de que la Historia nos ha alcanzado. Que ya no es posible postergar una propuesta agresivamente reformista que debe plantearse a un electorado que necesita esperanza fundada en la posibilidad de un futuro mejor. Que no podemos perder otra vez la oportunidad. Como tantas otras veces en nuestro pasado. Que definitivamente, “más vale un rato colorado, que cien descoloridos”...






