Hacia una amplia convergencia democrática
- ciudadanotoriello
- 11 ago
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“Yo no le pregunto a un potencial miembro de la Resistencia si es socialista, conservador o liberal. Le pregunto si está dispuesto a tomar un fusil para ir a sacar -a balazos- a los nazis de Francia.” – Respuesta que le dio el General Charles De Gaulle a unos periodistas que señalaban la presencia de elementos ‘cuestionables’ en su lucha para liberar a su Patria de los invasores de la esvástica.
Guatemala padece bajo la opresión de un régimen anciano que se resiste a morir. El 90% del tiempo durante los últimos dos siglos, ese régimen se ha mantenido en el poder a través de sus operadores directos, o por interpósita mano, pese a ser impopular. Porque, astutamente, el viejo régimen ha manipulado “las reglas del juego” para que tengamos representantes que no nos representan (pues se eligen en “listas de anónimos listos”, para “colar” a diputados mercenarios a nuestro así estéril Congreso) y Presidentes escogidos típicamente con la resignada “fórmula del menos peor”. Y como ellos los nombran, así se asegura el régimen de que tengamos magistrados y jueces que venden la justicia al mejor postor. Para que no cambien estas nefastas reglas del juego. Para que “los de siempre” paguen pocos impuestos y tengan “mano libre” en materia laboral, de cuidado del ambiente y de responsabilidad social; para mantener al Estado castrado de poderes que le permitan darle satisfacciones reales a su pueblo. Por eso Guatemala sigue siendo una sociedad tan atrasada, en la que no hay escuela para todos los niños, ni hospital para la mayoría. Una sociedad en la que un albañil guatemalteco gasta hasta el 30% de su salario en el ir y venir del trabajo, mientras un obrero alemán, por ejemplo, sólo gasta en eso entre el 1 y el 3% de sus ingresos; que por cierto, son abultados múltiplos de lo que gana un chapín de a pie. Una Guatemala en la que el tener un trabajo formal no le garantiza al trabajador honrado que pueda adquirir una vivienda digna ni con el trabajo de toda una vida. Una Guatemala en la que el 56% vive por debajo de la línea de pobreza, pero en la que muchos funcionarios se hacen millonarios instantáneos cada cuatro años, mientras las élites se hacen de la vista gorda, pues ése es el costo de que se mantenga vigente el paradigma conservador. Una Guatemala que en buena medida vive del sudor y de las angustias de los migrantes que desde el exterior envían remesas al país que los expulsó, al no darles educación, ni oportunidades, ni empleo. Y en la que el pacto de corruptos (pdc) se encarga de preservar este estado de cosas, amedrentando a los guatemaltecos de bien, a cambio de ordeñar ilegal e impunemente al erario nacional.
Pero no tenemos por qué seguir así. Ya hoy no es tan fácil contener a la opinión pública, pues ya no es sólo a un puñado de dueños de periódicos o canales de televisión y radio a quienes hay que ir a asustar con el petate del muerto, para que ahoguen las voces de la disidencia. Hoy existe la internet y por ello, la proliferación de canales de expresión. El régimen ya no cuenta, tampoco, con la adhesión automática del Ejército, ni de “la Embajada”. Ya no tiene atrapado bajo su lógica ultra-conservadora al Presidente. Ya no puede tapar el sol con un dedo. A pesar de que, aún envalentonado, todavía tenga encarcelados o en el exilio a periodistas, a operadores de justicia o a simples críticos. Por eso el régimen recurre a la trampa, al abuso y hasta al crimen. Porque está contra los números de la mayoría; porque a la larga, sus beneficiarios y corifeos se saben perdidos. Por eso van a tratar, contra viento y marea, de amañar las “elecciones” de segundo grado que renovarán al TSE, a la KK, y a la CSiJ, entre otras instancias, en el primer semestre del año entrante. Sí, ciudadano; nos acercamos a la hora de la verdad...
Pero podemos terminar de defenestrar a este régimen anciano de las estructuras del poder, si los guatemaltecos de bien logramos articular un amplio movimiento que aglutine a todos los demócratas, hasta hacer mayoría calificada en el Congreso. Esto es posible, si más que fijarnos en nuestras diferencias, social-demócratas, conservadores inteligentes y auténticos liberales, concertamos una corriente política unificada que coloque en el poder a firmes creyentes en la Autética República Democrática (ARDE). Para lograrlo, necesitamos identificar y exigirles a las opciones políticas formales a comprometerse con una agenda política mínima, que de manera preliminar -y sujeta a revisión democrática pública- se puede empezar a esbozar así:
(i) Continuar y profundizar la lucha contra la Corrupción. Eso implicará dejar de hostigar a los operadores de justicia que combaten al crimen y de perseguir a los periodistas y disidentes que critican al régimen. Implicará depurar al Organismo Judicial, dotarlo de procedimientos y técnicas modernas y por añadidura, de suficiente presupuesto;
(ii) Reforma Política: modificar democráticamente la Ley Electoral y de Partidos Políticos (LEPP) y los preceptos constitucionales que sean necesarios, para que tengamos en el futuro representantes que sí nos representen, en proporción a la presencia real de las corrientes de opinión en el electorado. Propiciando el desarrollo de auténticos partidos políticos, sin “dueños”, con ideologías definidas, con amplia militancia y democracia interna. Tras efectuar esta reforma política, se deberán abordar los temas que la Constitución Política de la República de Guatemala (CPRG) dejó inconclusos, como las leyes constitucionales aún sin desarrollar, además de enmendar otras falencias de nuestro sistema jurídico; y
(iii) Re-construir y desarrollar la red de satisfactores sociales básicos (escuela para todos los niños; hospital para la gran mayoría; transporte cotidiano accesible; comunicaciones razonablemente eficaces y mecanismos para la adquisición de vivienda decente para quienes trabajan), aprovechando plenamente la capacidad productiva del país, su amplio crédito y la racionalización democrática del Presupuesto de Ingresos y Gastos del Estado.
Guatemala puede y debe empezar a pagar su enorme deuda social. Dándole a sus ciudadanos ingraestructura, seguridad y esperanza de futuro. Caminos, drenajes y agua potable. Escuela y Hospital. Saneamiento ambiental y esperanza de futuro. La Historia enseña que eso ocurre cuando se le permite al pueblo gobernarse a sí mismo, plenamente representado en los poderes del Estado, para darse las leyes que se merece y asignarse democráticamente los rubros presupuestarios que se pueda costear mediante tributación y recursos crediticios. Por eso, el Movimiento por una Auténtica República Democrática apela a la decencia, a la inteligencia y a la moderación. Ciertamente no abogamos por ser una nueva Nicaragua, una Cuba o Venezuela, pero tampoco queremos que nos conviertan en una trágica Haití. Aspiramos a una sociedad moderna, democrática e incluyente, como muchas otras que hay en el primer mundo, desde Japón hasta Dinamarca, o desde Canadá hasta Francia. Ese es el futuro que queremos alcanzar. Y por eso, nos estamos articulando para que crezca la concientización ciudadana. Para que ninguna opción política democrática nos pueda ignorar. Para que además de comprometerse a una agenda política consensuada, los aspirantes a dirigirnos se comprometan también a converger en una oferta política unificada en las próximas elecciones, so pena de ser marginados y hasta proscritos moralmente por el 70% del electorado.
Así que esté pendiente, ciudadano; la Patria llamará. Esta vez, la mayoría moderada, la que desconfía de todos los extremismos, ya no será sorprendida. La estructura informal de liderazgo de la sociedad estará alerta. No podrá el régimen anciano y su pdc volvernos a embaucar. Ya no queremos un gobierno de ladrones haciéndole el trabajo sucio a los beneficiarios del paradigma conservador. Las elecciones del 2023 fueron apenas el inicio, una victoria a medias. Seguimos sojuzgados por las fuerzas oscurantistas atrincheradas en los organismos Legislativo y Judicial. Pero en el futuro será diferente. Convocaremos a todos los demócratas, desde la centro-izquierda hasta la centro-derecha, e incluyendo a la versión sobreviviente del partido de gobierno en el Ejecutivo actual. A social-demócratas, conservadores moderados y a los auténticos liberales. Llevaremos a cabo una “elección primaria informal”, utilizando las redes sociales y las modernas técnicas de medición de la opinión. Rechazaremos a los extremistas que han secuestrado el debate nacional desde hace tres cuartos de siglo, porque son ellos quienes nos han mantenido aherrojados al subdesarrollo y al atraso. Esta vez su derrota será total. Su tiempo se acabó. Esté pendiente, ciudadano, porque, de veras, la Patria llamará...