“Quien a los dieciocho no es comunista, no tiene corazón; y quien a los veinticinco sigue siendo comunista, no tiene cabeza”. Con esta descarnada reflexión, contaba mi madre (quien vivió en la Península Ibérica desde fines del 39 hasta principios del 43 del siglo pasado), las familias españolas que sufrieron la sangrienta Guerra Civil (1,936-39) explicaban los amargos desencuentros entre padres e hijos o hermanos y primos, que produjo esa violenta confrontación, que en boca de José María Gironella le costó a España “un millón de muertos”. Porque en sociedades tan desiguales como las nuestras, el drama social siempre llega a tocar el corazón y “le crea mercado” a gente que ofrece alguna esperanza a los desposeídos, aunque sea falsa, como hizo Hugo Chávez recientemente en Venezuela y tantos otros en tantas partes. El registro histórico, no obstante, es implacable: hoy sólo un observador enceguecido por el fanatismo, la ignorancia o el resentimiento, puede seguir siendo creyente en la estafa del socialismo radical, que sólo le ha dejado al mundo más miseria, más abusos y más muertos. Y sin embargo, la tentación totalitaria subsiste. Subsiste porque lo que hay, tampoco sirve…
No le sirve a la mayoría de los guatemaltecos, por ejemplo, un sistema que expulsa del país a un sexto de sus ciudadanos por falta de trabajo y seguridad. No le sirve a la mayoría de los guatemaltecos un sistema que permite que las tarjetas de crédito asfixien a su atosigada clase media cuando pierde su trabajo o con tasas que en la Edad Media ya habrían sido calificadas como “de usura”. No le sirve a la mayoría de los guatemaltecos que los bancos puedan unilateralmente modificar las tasas de interés, sin la anuencia del usuario. No le sirve a la mayoría de los guatemaltecos que una empresa agroindustrial se pueda “robar el río” y que se jodan los de más abajo. O que impunemente nos roben el crepúsculo en las playas con el humo de sus cosechas y los venenos que echan al agua, mientras destruyen nuestros pocos caminos. Y que no haya crédito para el pequeño productor, sino hasta que ya no lo necesite. No le sirve a la mayoría de los guatemaltecos, en suma, que la disparidad en poder de negociación entre fuertes y débiles continúe preservando esta “sociedad de mil siervos y cuatro señores”, en donde aún hoy la inmensa mayoría de los que nacieron pobres, morirán pobres. Ojo: aquellos conservadores (aunque se pongan otros nombres) que quieren conservar el sistema “como está”, le están “haciendo la cama” a los que vendrán a proponer solucionar las cosas con “el reparto de lo ajeno”…
Y sin embargo, el menú político de los guatemaltecos ha sido desde hace setenta años el mismo: escoger entre alguna variedad de socialismo y una opción conservadora. La entente entre un puñado de grandes empresarios, un pequeño grupo de exoficiales militares corruptos y una amorfa “intelectualidad de izquierda”, nos ha orillado a escoger entre un medio-socialismo burocratizado y corrupto (Portillo y Colom), o un conservadurismo inmovilista (Arzú, Berger y Pérez-Molina)… también corrupto. Y así, el país sigue artificialmente trabado entre “izquierdas” y “derechas”, y ahora, entre pro-CICIG y anti-CICIG, aunque la mayoría ya esté harta de ambos, porque sin el permiso de la entente, no se podían analizar otras opciones. Fuera ha quedado un liberalismo auténtico, el que en otras partes del mundo ha dado lugar, mediante el freno a los abusos, a un capitalismo democrático e incluyente…
Eso es lo que empezó a cambiar con los “destapes” de la CICIG. Con todo y sus defectos, el proceso –aún a medias- de “desnudar” a los corruptos en público, ha permitido que esta vez, en medio de una gran confusión, haya opciones frescas, fuera del control del viejo sistema. Y esa es la gran oportunidad, ciudadano, que no debemos dejar escapar. Las elecciones “se les fueron de las manos” a los titiriteros de siempre. El monstruo de varias cabezas está herido, aunque aún nó de muerte: la “izquierda” de la entente, aunque desprestigiada, sigue, y sigue “haciendo chanchullo”, mientras la opción conservadora no tiene un claro títere “fuerte”. Por eso clama por “soberanía”, por eso grita “¡fuera la CICIG! ¡abajo la CC! ¡viva la Patria y fuera los extranjeros!”. Por eso hoy dice que estas elecciones son una farsa, un ”fraude electoral en cámara lenta”. Porque temen que van a perder. Porque saben que Guatemala no volverá a ser la misma…
No dejemos que Guatemala pierda otra vez la oportunidad, ciudadano. Vaya a www.pla-ca.org y “baje” la “Plataforma Ideológica y Programática” del Partido UNIDOS, ésa que un grupo de militantes del Partido ha sometido democráticamente a consideración de nuestra estructura partidaria. Estamos construyendo un verdadero Partido; uno que propone intervenir el tejido social para disminuir agresivamente nuestras abismales desigualdades y encaminarnos a una verdadera República de todos los ciudadanos. Uno con ideología, con programa, con ideales. Queremos su corazón y su cabeza, ciudadano. Analice nuestra propuesta de la ”dotación patrimonial ciudadana” que pretende hacer propietarios a nuestros desposeídos para acelerar el desarrollo de nuestra clase media. Divúlguela. Critíquela, denos retroalimentación. Aproveche que en esta tierra, no tenemos que buscar una imprenta clandestina ni huir de la policía (aún), sino sólo divulgar esta “literatura subversiva”, por internet. Sí, divúlguela, hágala “viral”, entérese en detalle de cómo “nos han estado clavando”. Súmese al movimiento de la opción inteligente: UNIDOS. No vamos a contar con mucha propaganda, ni mucha plata, vamos a contar con usted. Con su celular, con su computadora y su poder de persuasión. Hoy hay un candidato a la Presidencia que aquí resulta inusual: un hombre honesto, preparado y capaz, Luis Velásquez; acompañado de un contingente de nuevos políticos, con ideología auténticamente liberal, lo que le dará nueva vida a nuestro Congreso; y lo que a la postre, enderezará a nuestras Cortes. Le voy a contar algo que se resisten a creer los viejos políticos, ciudadano: la mayoría, hoy y aquí, repele a los extremos. Y no olvide: todo Pueblo, en última instancia, tiene el gobierno que merece…
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