Los niños mexicanos aprenden en la escuela que buena parte de lo que hoy son los Estados Unidos de América, incluyendo a Tejas, antiguamente fue de México; hasta que “por culpa del general Santa Anna, se lo quedaron los gringos”. Con eso en mente, dos jornaleros mexicanos acompañaron a su patrón a un corto viaje “al otro lado”: el propósito de su viaje era ayudar al hacendado a cargar unos repuestos comprados en un almacén de Laredo, Texas, a la palangana de “la troca” (que aquí llamamos “picop”), para llevarlos a Nuevo Laredo, Tamaulipas. Tras terminar de cargar los bultos y mientras el patrón entraba a otra tienda a comprar unas cervezas, los jornaleros se quedaron esperándolo en la acera mientras observaban asombrados el ancho de las calles y la calidad del pavimento, el orden y la limpieza ambiental general, los altos edificios y la evidente prosperidad de aquella pequeña ciudad, que tanto contrastaba con el muy cercano pero polvoriento paraje mexicano de donde ellos provenían. “¿Pos cómo ves, Chano?”- le dijo con el ceño fruncido el lampiño al bigotudo. Tras meditar un momento su respuesta, el del grueso bigote le respondió al otro: “pos, la neta, Chon, qué gachos los güeros, se robaron todo lo pavimentado…”
Además de este cuento de Chano y Chon que oí durante mi juventud en Monterrey, México, he escuchado muchas más explicaciones de ilustres pensadores y autores famosos acerca de porqué en este continente los que hablan inglés viven tanto mejor que los que hablamos español. Pero conforme más escarbo, la explicación fundamental, se ha ido aclarando: ambos países tienen Constituciones y Leyes similares, grandes recursos naturales y poblaciones industriosas. La diferencia crucial, sin embargo, es que el mismo sistema económico capitalista produce resultados muy dispares, si en un territorio sus masas desposeídas, en algún momento de su Historia, recibieron una “dotación patrimonial fundacional” (un “capital inicial”) y en el otro, nó. Me explico: en 1,862, Abraham Lincoln logró que el Congreso Norteamericano aprobara el primero de una serie de “Homestead Acts”, mediante el cual el gobierno de ese país repartió poco más de una caballería de tierra a cualquier ciudadano que estuviese dispuesto a vivir en ella y cultivarla directamente por al menos cinco años, propiciando la creación de una sociedad de granjeros; no una de campesinos y finqueros, como hicieron de manera muy generalizada los gobiernos latinoamericanos, incluyendo al mexicano durante el Porfiriato. En la América Española los gobiernos “parcelaron” sus casi vacíos territorios a finales del siglo XIX, subastando grandes extensiones “al mejor postor”, que sólo podían adquirir inversionistas extranjeros o ricos comerciantes criollos, para “trabajarlas” con mano de obra barata, lo que resultó en ese “capitalismo de Plantación” que nos caracteriza. Mientras tanto, entre 1,862 y 1,914, el gobierno de Estados Unidos repartió aproximadamente el diez por ciento del total de su territorio, dando en propiedad fincas medianas (de aproximadamente una caballería) a un millón seiscientos mil jefes de familia, para que las trabajaran directamente, consolidando a una inmensa clase media consumidora, que había empezado a formarse más de un siglo antes, en el noreste de ese gran país y que se constituyó en el mercado inicial de su naciente industria. Los hispanoamericanos, por el contrario, hasta en las posteriores “reformas agrarias”, tanto la mexicana, como la que intentó hacer aquí Arbenz, fallamos: no se crearon nuevos propietarios, como hizo Lincoln en el norte, sino “ejidatarios” o “co-propietarios comunales”, que nó nos acercaron al capitalismo moderno que se desarrolló al norte del Río Grande.
Hoy un Reparto Agrario en Guatemala es aritméticamente imposible, técnicamente regresivo y políticamente inviable. No obstante, es posible compensar esa “dotación patrimonial fundacional” que nunca tuvimos, por una nueva “dotación patrimonial ciudadana”, basada en la privatización inteligente de activos republicanos, como podría haberse hecho con la privatización de la telefonía nacional o las carreteras de peaje, si se hubiese entregado a la ciudadanía el 49% de las acciones (a razón de cinco acciones de cada uno de esos proyectos a cada ciudadano, por ejemplo), subastando el resto en el mercado de capitales internacional. Eso habría activado nuestro aún hoy inexistente mercado local de capitales, estimulado la macroeconomía, generado empleo e impuestos y en general, fortalecido el proceso de desarrollo de nuestra clase media. No ha ocurrido aún y por eso grandes números de centroamericanos quieren hoy emigrar a los Estados Unidos. Lo desean porque perciben que en ese país, el que trabaja duro y honradamente, al final entra a engrosar la clase media de una República que es, realmente, de todos sus ciudadanos. Desengáñese de una vez: mientras los políticos guatemaltecos no hagan por sus conciudadanos algo equivalente a lo que hizo Lincoln por los suyos, muchos compatriotas continuarán sumándose al éxodo…
Contribuya a llevar estas ideas al nuevo gobierno y al Congreso tras las próximas elecciones, para crear una cartera de nuevos proyectos de desarrollo: carreteras, ferrocarriles, canal seco, industrialización de nuestros minerales, etc. Para conocerlas mejor, vaya a www.pla-ca.org y “baje” la “Plataforma Ideológica y Programática” del Partido UNIDOS, ésa que un grupo de militantes del Partido ha sometido democráticamente a consideración de nuestra estructura partidaria. Allí se propone intervenir el tejido social para disminuir agresivamente nuestras abismales desigualdades y encaminarnos a una verdadera República de todos los ciudadanos. Analice nuestra propuesta, la que pretende hacer propietarios a nuestros desposeídos para acelerar el desarrollo de nuestra clase media y traernos prosperidad y paz social. Divúlguela. Critíquela, denos retroalimentación. Sí, divúlguela, hágala “viral”. Súmese al movimiento de la opción inteligente: UNIDOS. No vamos a contar con mucha propaganda, ni mucha plata, vamos a contar con usted. Con su celular, con su computadora y su poder de persuasión. Hoy hay un candidato a la Presidencia que aquí resulta inusual: un hombre honesto, preparado y capaz, Luis Velásquez; acompañado de un contingente de nuevos políticos, con ideología auténticamente liberal, lo que le dará nueva vida a nuestro Congreso; y lo que a la postre, enderezará a nuestras Cortes. No lo olvide, ciudadano: todo Pueblo, en última instancia, tiene el gobierno que merece…
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