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  • Foto del escritorCiudadano Toriello

La debacle retrumplicana

“Con el brazo extendido, Domiciano -quien moriría asesinado en el año 96 ddC- frecuentemente giraba su puño con el pulgar apuntando hacia abajo, contradiciendo las súplicas por clemencia de las masas vociferantes del Coliseo a favor de un gladiador popular. Con ello le mostraba al pueblo romano -a amigos y enemigos- que un simple movimiento de manos suyo, tenía un inobjetable e hipnótico poder mortal.”- Suetonio, “Vida de los Césares”, c.122 ddC.



El día que cumplió 39 en 1935, el doctor decidió que su siguiente cumpleaños lo celebraría con una botella de champán en el Folies Bergère de París, como correspondía a un exitoso profesional de la ortodoncia “que debería de haber viajado a Europa antes de cumplir los cuarenta”. Un primo suyo, avecindado en Zürich, le ofreció, por carta, constituirse en el guía de su “grand tour”; al que no le recomendaba se embarcara con la esposa y/o los hijos (“para eso se inventaron las tarjetas postales, hermano: te divertís el doble y gastás la mitad”). Así que el doctor presenció, entre otras escenas memorables, la victoria de Jesse Owens sobre la supuesta “superioridad de la raza aria” en las Olimpíadas de 1936, en Berlín y se maravilló con las “salas de televisión” en una Alemania en la que entonces Adolfo Hitler aún amenazaba con “dominar al mundo a través de la tecnología germana”. Durante el cruce del Atlántico en su viaje de regreso, el doctor conoció a una enigmática antropóloga de Munich que iba rumbo a El Perú, a investigar el origen de las culturas precolombinas en los Andes. El doctor convenció a la antropóloga de no desperdiciar la oportunidad de pasar a visitar las ruinas de Quiriguá, que estaban “a la distancia de un boleto de tren desde la cómoda y moderna ciudad de Guatemala”. Cupo en suerte que en un elegante restorán de la Habana, última parada antes de tomar el vapor a Puerto Barrios, el doctor fue visto “cenando a la luz de las velas” con la rubia antropóloga, por un grupo de alegres pero chismosas viudas y solteronas chapinas que a diferencia del doctor, zarparon para Guatemala al día siguiente en un vapor “en el que ya no cabía un alfiler”. Con los consabidos adornos y especulaciones, la noticia de aquella “sospechosa” cena en La Habana pronto llegó a oídos de la esposa del doctor, quien había aumentado treinta libras en ausencia de su marido y la que a través de su amistad con el médico de cabecera del Presidente, fue a quejarse (¡!) con Jorge Ubico, supuesto “defensor de la familia guatemalteca”, pese a la conocida -y también estéril- promiscuidad de este último. Cuando unos días después la antropóloga y el doctor se presentaron frente a las autoridades migratorias en Izabal, el oficial a cargo les dijo: “Bienvenido a su tierra, doctor; pase usted adelante. A usted señora, lamento informarle que le ha sido negado el ingreso a Guatemala por órdenes superiores. Le sugiero regresar de inmediato al barco.” Pese a que una de las partes invitó impropiamente al poder público a inmiscuirse en un problema entre particulares, aquel matrimonio nunca superó el incidente, que siete años después terminó en divorcio. Decía la persona que me contó la historia: “los dictadores no surgen de la nada; es la gente quien los hace tales...”


El viernes 11 de Diciembre recién pasado, la Corte Suprema de Justicia (CSJ) de los EEUU se negó a considerar un incidente jurídico mediante el cual el Procurador General de Texas -según algunos haciendo méritos para conseguir un conveniente “perdón presidencial” que alivie sus propios problemas judiciales- pretendía se invalidaran los resultados electorales de la última elección federal en Michigan, Winsconsin, Pensilvania y Georgia. Si la CSJ estadounidense le hubiese dado la razón, invalidando millones de votos, el Presidente electo, Joe Biden, habría dejado de ser tal, en beneficio del candidato perdedor, el Presidente Donald Trump. Se unieron a la acción legal los Procuradores de gobierno de otros 17 estados, además de 126 diputados de la Cámara baja y claro está, el propio Mr. Trump. El argumento toral de la fracasada acción legal fue que los estados señalados habían ampliado ilegalmente la base electoral, violando sus propias leyes (asunto previamente discutido y sancionado por las Cortes de cada estado sindicado). Además, argumentaba el procurador texano, estadísticamente se evidenciaba que habían habido “inexplicables” incrementos de los votos a favor de Biden en la madrugada del 4 de noviembre (los votos por correo que Trump desestimuló entre sus partidarios y que esperando fueran mayoritariamente contra él, sus corifeos, con acciones legales, impidieron que se contabilizaran hasta que ya estuvieran cerradas las urnas). La CSJ norteamericana (integrada entre sus nueve magistrados por seis conservadores, tres de los cuales, nominados por Trump), desechó la iniciativa legal texana, dando a entender que ésta era violatoria de la independencia entre estados federales y del principio de que en los EEUU “al Presidente lo eligen los votantes y nó los abogados”. Todavía ayer, mientras esta columna periodística iba a imprenta, algunos “retrumplicanos” la apostaban al “delegado infiel” que al votar en un Colegio Electoral diseñado en tiempos de las diligencias y los caballos, hiciera el último intento de subvertir el voto de la mayoría. Todo este bochornoso espectáculo de tinte tercermundista, tolerado por una dirigencia partidaria que a pesar de saber que es aberrante, especula que ayudará a conservar el control del Senado; al mantener la euforia de los votantes más fanatizados en “la segunda vuelta” por dos escaños senatoriales en Georgia, el próximo 5 de enero. Y porque, a decir verdad, muchos deben sus propias posiciones a ese votante desinformado, asustadizo y enardecido, a quien Trump le sabe tocar las teclas y a quien temen contrariar...


Pero hay excelentes noticias en medio de todo este embrollo. En primer lugar, la más antigua democracia moderna del mundo ha resistido este grosero asalto del autoritarismo mesiánico: las bicentenarias estructuras republicanas han cumplido su función de actuar como “contrapeso y balance” del poder desbocado. Además, han perdido la batalla por el control los extremos de ambos partidos: en el caso de Trump, pronto empezará el inexorable deterioro político que acompaña a la pérdida real del poder, dándole oportunidad, de nuevo, a los auténticos valores del partido que fundó Lincoln; y en el de Biden, su talante moderado y conciliador mantiene a su ala más exagerada, bajo la mayordomía de una mayoría más equilibrada. Finalmente, en palabras de la autora polaco-norteamericana Anne Applebaum (“Twilight of democracy” / El ocaso de la democracia), en este proceso ha sido derrotada una visión que concibe a la nación como “un clan étnico”, por otra que la considera “la encarnación de un conjunto de ideales: justicia, honestidad, objetividad y la imparcialidad de las cortes”...


A juzgar por lo que pasó hace un siglo, cuando las nuevas vacunas permitan que la gente común y corriente le pierda el miedo a la pandemia, una demanda contenida por meses se volcará sobre bares, restaurantes, hoteles y mercados de consumo en general. Vendrá un “boom” económico como el que hubo al inicio de los “roaring twenties”. Una administración demócrata intentará reparar el daño que Donald Trump le ha hecho al entramado internacional construido por los propios EEUU cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, al percatarse de que aquel experimento republicano se enfrentaba a realidades imperiales, como le ocurrió a Roma hace más de dos milenios. Decía el argentino Jorge Luis Borges a mediados del siglo pasado que “los EEUU son un imperio que se resiste a serlo”, pero el hecho es que su proyección imperial es inevitable. En el caso de la pequeña Guatemala eso quiere decir que el crucial apoyo del Tío Sam volverá a estar, sin ambages, del lado de los que combaten al crimen y la corrupción. Claro, para los patéticos retrumplicanos tropicales -a quienes Trump desprecia, junto a “los hoyos de mierda” de donde provienen- ya no habrá un Tacho Somoza del Norte “que nos defienda del comunismo”. No cabe duda, las noticias podrían haber sido mucho peores...


"Publicado en la sección de Opinión de elPeriódico el 15 de Diciembre de 2020"


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