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  • Foto del escritorCiudadano Toriello

¿Hacia otra Estafa Electoral?

El economista libanés Nassim Taleb acuñó en el 2007 el término “evento de cisne negro”, para referirse a un fenómeno inesperado, de grandes consecuencias, inexplicable al momento de su aparición por medio del “sentido común”. Aunque usualmente referido a eventos catastróficos, su lógica de aparente improbabilidad también puede aplicarse al surgimiento de fenómenos positivos, como el históricamente súbito aparecimiento de la internet. Creo que el sistema político guatemalteco está “listo” para un evento de cisne negro, positivo, durante las elecciones del 2023...


Como ya he descrito antes en estas páginas, el sistema político guatemalteco ha sido una “democracia de fachada” inusualmente resistente. Fruto de un pacto tácito, en 1985, entre “los meros meros” del CACIF, “los oficiales que ganaron la guerra” y los “ex guerrilleros” que estuvieron dispuestos a “asimilarse” al sistema, aquella “entente” sentó las bases de una “paz firme y duradera”, a través de la puesta en marcha de una “democracia controlada”. Una en la que el auténtico juego democrático (aquél en el que las corrientes de opinión realmente existentes en la sociedad se articulan institucionalmente -a través de partidos políticos verdaderos, multitudinarios, internamente democráticos y de largo aliento- para alternarse pacíficamente en el poder) se consideró por las tres fuerzas como algo demasiado peligroso (posiblemente conducente a una re-edición del conflicto armado) y también algo que ninguna de las tres fuerzas -todas de vocación autoritaria- realmente apoyaba. Por eso, “las reglas de juego” aquí están diseñadas para que el pueblo no escuche auténticos debates políticos antes de escoger a sus autoridades, para que no surjan liderazgos genuinos (y en caso surjan, se puedan enmudecer eficazmente o se extirpen prontamente) y para que así, la “competencia electoral” sea un mero enfrentamiento entre presupuestos publicitarios, con candidatos “pre-aprobados” por “los del pisto”. Las “alegres elecciones”, por consiguiente, se restringen, por diseño, a una corta pero intensa campaña de lemas, cancioncitas insulsas y otras fórmulas para “la compra de votos”, cuyo resultado no pueda alterar fundamentalmente los existentes equilibrios de poder. Un restringido “acceso a los micrófonos”, la elección de diputados por “listados” de “ilustres” desconocidos y la facultad legal para descalificar a candidatos “incómodos”, fueron desde el principio parte del “arsenal legal” de este sistema. Los empresarios fundantes del pacto creyeron -ilusamente- que como “ellos eran -entonces- los de la ficha”, con ese sistema su grupo social seguiría siendo siempre “el poder tras el trono”; pero los otros dos grupos fundantes, mediante la “experiencia” en burlar la Ley adquirida durante el conflicto armado interno, sabían que con los recursos obtenidos vía la corrupción y el crimen organizado, podrían de ahí en adelante, disputarle el rol a los titiriteros tradicionales. Y en efecto, conforme avanzó el tiempo, los grandes empresarios se vieron forzados a aceptar el creciente poder de las mafias resultantes, como parte del costo de impedir “el avance del comunismo”.


De manera indirecta, a través de “políticos profesionales”, los tres grupos habían mantenido importantes cuotas de poder y hasta gobernaron recientemente -guardando las formas y autoconteniéndose- por interpósita mano, a veces de manera relativamente visible (los ex militares con Portillo, por ejemplo; los empresarios con Berger; y los ex guerrilleros, con Colom). Hasta que “apareció” la CICIG y sobrevino la debacle de Pérez Molina. La iracunda reacción resultante por “el destape” de los generalizados latrocinios congénitos al sistema, rompió los cauces del comportamiento político aceptable hasta entonces y así la mariposa de nuestra incipiente democracia sufrió una metamorfosis inversa que la ha convertido en un espantoso gusano. Como resultado de una inevitable transición generacional concurrente y con el surgimiento de un multifacético “capital emergente” (fruto de la corrupción y el crimen organizado que ha favorecido el sistema), las fuerzas fundantes se han desdibujado y los políticos profesionales más cínicos (los “panzistas”, que sólo gestionan “para su panza”) han adquirido notoria “vida propia”. Imponiendo políticas burdamente transaccionales y copando casi todo el andmiaje institucional republicano, se “salieron de control” y por ello, en medio de una corrupción galopante, el sistema ha entrado en crisis. Sólo la libertad de expresión de la ciudadanía consciente queda como débil contrapoder efectivo y es en ese contexto que hay que encuadrar el ataque a elPeriódico y la fabricación del caso penal contra José Rubén Zamora...


¿Y cuáles son las corrientes de opinión que realmente existen hoy en la sociedad guatemalteca? Si esa voluble dama llamada “opinión pública” no ha cambiado mucho desde la “primera vuelta” de la pasada elección presidencial, nuestro electorado manifiesta aproximadamente un 15% en cada extremo del espectro político. Por un lado, están los ultraconservadores que luchan “para que nada cambie” y que han exhibido un impresionante control de la agenda nacional el 90% del tiempo durante los últimos dos siglos. Tratan de mantener la ficción de que son ellos -con sus corruptas alianzas y fórmulas autocráticas- “o el comunismo”. Es esta corriente de opinión, que profesa la mayoría de nuestra minoría pudiente, la que pretenden representar casi todos los vehículos electorales existentes y la que en teoría ha “ungido” esta vez a Zury Ríos. Curiosa designación, por cierto, en vista de un historial que incluye su rol en el “jueves negro” (2003), un evento violento dirigido en contra del liderazgo del empresariado de aquel entonces, además de otra serie de factores entre los que destacan sus controversiales asociados de hoy, así como sus ex cónyuges y sus parientes... Al otro extremo del espectro político, un terco núcleo de radicales neo-leninistas, pese al contundente veredicto de la Historia, insiste en proponer el forzado -e incendiario- “reparto de lo ajeno”; y aprovechando la miseria y el natural resentimiento que produce el actual sistema, proponen “un remedio que es peor que la enfermedad”. Son quienes tras la aparentemente inocua propuesta “pluri-nacional y re-fundacional” de la “cara legal” (MLP) de CODECA (entidad que actúa al margen de la Ley), encabezada visiblemente por Thelma Cabrera, nos llevarían camino al fallido predicamento de Nicaragua y Venezuela... A ambos grupos les conviene la polarización de la sociedad y se esfuerzan activamente por exacerbarla. El otro 70% del electorado, no obstante, que incluye desde conservadores cautos e inteligentes hasta social-demócratas, pasandopor distintas versiones del pensamiento liberal, es, en lo fundamental, moderado. Desconfía de unos porque “teme que maten a la gallina de los huevos de oro” y se perpetúen en el poder; y de los otros, porque los sabe ladrones y abusivos, también de ambiciones dictatoriales. El 70% es la “mayoría silenciosa”, la que quieren manipular los grupos en pugna, mediante el ocultamiento de información, la diseminación de temores, la limitación de las opciones reales y el persistente propósito de atomizar su oposición.


Guatemala tiene actualmente unos 17 millones de habitantes y una población en edad de votar, según el RENAP, de aproximadamente diez millones y medio. El padrón electoral, de manera conveniente, sólo registra a poco más de ocho y medio. El actual Presidente sacó “en primera vuelta”, en el 2019, un poco más de 600 mil votos (¡menos que los nulos y en blanco!), un 13.89% de los aproximadamente 5 millones de votos válidos en aquel momento, representando a sólo un 6 y pico por ciento de los ciudadanos en edad de votar, el segundo lugar en competencia ¡con otros 18 candidatos! Lo que le permite conjeturar que, pese a su impopularidad y con base en esas realidades políticas y demográficas, ya experimentadas, es posible “repetir la hazaña”, para no depender ni de Zury ni de Sandra; hoy de dudosa fidelidad frente a las presiones del Tío Sam. Se aseguraría así una -para él, indispensable- inmunidad futura. Por eso Timo Chenko apuesta, según el diario La Hora, a conseguirle un millón de votos a su fórmula (suficiente según sus cálculos para “pasar” a segunda vuelta, si se divide suficientemente a la oposición “admitida” con un par de docenas de otros candidatos), mediante el “astuto” expediente de cooptar -con palo y zanahoria- a por lo menos 200 alcaldes, que le “produzcan” un promedio de cinco mil votos “por shola”. El “antivoto” de la segunda vuelta lo podría articular, indistintamente, Sandra o Thelma...


Pero la cosa es más complicada de lo que parece. No sólo tienen Timo Chenko (y sus ungidos, “el Negro” para la presidencia y Miguelito para encabezar el Congreso) a sus detractores ya “naturales” (la prensa nacional independiente, la comunidad internacional acreditada en el país, la prensa internacional, el gobierno de los EEUU, etc.) en contra; sino que ahora, “le está machucando los callos” tanto a Sandra como a Zury, sus anteriores aliadas. A Sandra, le está “robando” a sus alcaldes, su tradicional bastión, hervidero de adhesiones de conveniencia y preludio de traiciones de última hora (cosa congénita a este régimen que hace cuatro años le prohibió “correr” a Zury, pero no a Sandra; y que hoy, amenaza con hacer todo lo contrario). Y a Zury, le está disputando el rol de porta-estandarte del régimen, sin la anuencia del régimen, utilizando las mañas que le estaban reservadas. La estrategia “municipalista”, además, es vista por muchos analistas como perdedora, porque la mayoría de alcaldes “no repite” (con señaladas excepciones, sobretodo en la capital y en Oriente). Cuando el alcalde es percibido como oportunista y tránsfuga en los pueblos del interior, es castigado en las urnas aunque haya inaugurado muchas obras (de cuyos fondos, supone el pueblo, el jefe edil ha robado buena parte). De manera que un cuadro inusual podría presentarse: salvo algún futuro movimiento de “re-convergencia”, la coalición gobiernista se presentará a las elecciones, esta vez, dividida. Y aunque la oposición sigue atomizada, una creciente, difundida y hoy aún subterránea corriente de indignación contra el sistema, pugna por encontrar una voz unificada que la articule. La indignación se alimenta día a día con los desmanes de un régimen que ha perdido todo recato en la perpetración de sus abusos, como lo ilustran sus descarados robos y el caso penal fabricado contra José Rubén Zamora. Podría ser que de ahí, contra todo pronóstico, surja el cisne negro...


"Publicado en la sección de Opinión de elPeriódico el 16 de Agosto de 2022"

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