“... Y ES QUE EN EL MUNDO TRAIDOR NADA HAY VERDAD NI MENTIRA; TODO ES SEGÚN EL COLOR DEL CRISTAL CON QUE SE MIRA.” – Ramón de Campoamor (1817-1901), escéptico poeta y político asturiano de “la España disminuída”, esa que surgió tras la independencia de América.
Me llegó hace unos días, por WhatsApp, un corto “video” de un evento proselitista a favor del candidato oficial, “Meme” Conde, en Puerto Barrios. A juzgar por las imágenes, goza de una popularidad arrasadora. ¿O nó? Tomando en cuenta lo que “revelan” las pocas encuestas que he visto y otras fuentes de “inteligencia electoral”, pronto llegué a la conclusión de que lo que sí demostraba “el clip” era: (i) el indiscutible poder de convocatoria del dinero en este pueblo deliberadamente empobrecido y (ii) la evidente habilidad del potencial alcalde porteño para “crear imagen”, aunque a veces se recurra, inconfesadamente, “al Photoshop”. Pero que aquello, a la hora de la verdad, se convierta en una votación multitudinaria a favor del candidato presidencial de “Vamos”, son otros diez pesos. Cuántos de aquellos alegres “manifestantes” le van a dar su voto secreto “al Negro”, es materia, como dicen los comentaristas deportivos, “de pronóstico reservado”. Probablemente, muchos sí votarán por el candidato a la alcaldía que tan seductoramente los llevó allí (hubo gorritas, playeras, bebida, alimento y uno que otro regalito, o sea, casi “de todo” lo que un acarreado “que se respete” pueda esperar). Aunque falta por ver qué llevarán otros candidatos del pisto malhabido... Pero el tema de fondo es que la historia electoral del último medio siglo no puede darle muchas esperanzas al candidato oficial para la Presidencia, no importa cuántas veces insista en repetir “que lo bueno (¡!) siga” o “cambiar por cambiar... es ir para atrás” (¡¿?!). La apuesta oficialista, no obstante, es que al crear la imagen de “caballo ganador”, la supuesta debilidad mental de nuestro pueblo conducirá a que gruesos contingentes del electorado, contra viento y marea, “se subirán” al “carro del vencedor”...
Lo cual me lleva, inexorablemente, al tema de las encuestas; cuya manipulación forma parte esencial del “arsenal eleccionario” de todos nuestros partiduchos tercermundistas (“vamos ganando, mano, no tirés tu voto con los perdedores”). Empiezo mi análisis concediendo que es un hecho científico plenamente confirmado, que es posible inferir las carácterísticas de un “universo” grande, mediante la disección de una “muestra” diminuta en número, y con un alto nivel de confiabilidad. Para ello, no obstante, hay que lograr estructurar una muestraestadísticamente representativa. Para determinar el porcentaje de camarones, almejas, pulpo y cangrejos en una sopa de mariscos, a partir de una cucharada, por ejemplo, primero habría que licuar todo el contenido de la olla y “revolver” bien la pasta resultante, para que el análisis permitiera aproximar razonablemente las proporciones de todos los ingredientes, a nivel de toda la olla, con el contenido de una sola cucharada extraída de esa olla -ahora, de pasta- “al azar”. Pero las encuestas sobre el sentimiento del electorado no estudian a un universo estático, como el de una sopa de mariscos después de ser cocinada, sino intentan inferir el futuro comportamiento de esa voluble dama llamada “opinión pública”, que hoy amaneció así y mañana -con jaqueca- quien sabe. O sea que hasta en condiciones ideales, los estudios de opinión pública tienen sus bemoles, sobre todo, porque no podemos “licuar” conceptualmente -al menos, de manera fácil- el contenido “de toda la olla”. Añádale a eso que las “empresas serias” de medición de opinión se enfrentan a la realidad de un número muy escaso de posibles patrocinadores, la mayoría con agendas políticas evidentes, y el “síndrome del mensajero de Moctezuma” (aquel que teme morir si lleva malas noticias) se hace inevitablemente presente. Aúnde manera sub-consciente, es posible para el director del estudio “de opinión”, “sezgar” el diseño de la muestra: integrándola de manera que no refleje de forma razonablemente fiel la composición del ”universo” e induciendo subliminalmente ciertas respuestas como “correctas” o “inteligentes” y sobretodo, permitiendo que inconfesados temores de los encuestados no se disipen y por consiguiente, puedan mentir en sus respuestas y se falseen los resultados. Todo lo cual tiene remedios metodológicos, pero no siempre le conviene al encuestador aplicarlos. Sin distorsionar demasiado, eso sí, para luego corregir la “encuesta final” y preservar de cara al futuro, cierta reputación acerca de la atinada clarividencia de sus “vaticinios”. Pero en el proceso, para beneficio de sus clientes, es posible aprovechar aquel principio de Heissenberg que señala que “el mismo acto de observación, cambia la naturaleza de lo observado”... El objetivo, al publicar resultados parciales favorables al favorito del patrocinador de la encuesta, es claro: crear la sensación de que se trata, otra vez, de “caballo ganador”...
No que no haya incontrovertibles realidades del “marketing”: el sistema está creado para que cualquier verdadero desafío al régimen resulte desconocido para la mayoría del electorado. Que en noventa días no pueda “una opción nueva” distinguirse entre el griterío de casi dos docenas de otras opciones de relleno y dispersión. Y para que cuando se empiece a dar a conocer, se le desprestigie. Para esto último, se ha recurrido inveteradamente en estos trópicos calientes al “miedo al comunismo”. Siendo que los regímenes de izquierda radical han sido un evidente fracaso económico, acompañados frecuentemente de acciones horrendamente criminales, una receta muy socorrida es señalar a cualquier disidente con potencial, como “chairo”, es decir, como “comunista”. El mensaje subliminal es claro: es preferible un gobierno de ladrones que uno de posibles “comunistas”. Los viejos lo decían de otra forma: “más vale malo conocido, que bueno por conocer”. Nuestro sistema “político”, sin verdaderos partidos políticos (multitudinarios, con ideología definida de larga data, con democráticas elecciones primarias), no permite “decantar” civilizadamente el verdadero sentir del electorado. Está diseñado para imponer la voluntad de “la mayoría de la minoría”, aquella que no sólo nos impone a un ejecutivo impopular, sino también a diputados que no nos representan (por el sistema de “listas” de desconocidos), para hacer leyes que no nos convienen y así también poder escoger jueces y magistrados que se vendan al mejor postor. En dos platos: para que el sistema se perpetúe y no cambie...
Pero el régimen está débil, ciudadano; y he ahí la oportunidad de un futuro mejor para Guatemala. Están divididos, no tienen propuesta y son muy impopulares. Su única salida es dividir a la oposición, siempre que se mantenga la ficción de que esto es una “democracia” y no recurran, en su desesperación, al burdo fraude abierto (hay rumores de que en ciertos centros de votación, por ejemplo, se pedirá foto -de celular- del voto, con la mano del votante y su reloj, para identificarlo y pagarlo). ¡Ojo!, fiscales y observadores... Mientras tanto, la estrategia de forzarnos a escoger “entre el cáncer y el sida”, esta vez, no sólo incluye la disputa de las dos divas por el cetro de “Miss Vieja Política”. La terquedad de Timo Chenko por hacer avanzar, independientemente, “a su mara”, se apoya en una estrategia de compra de voluntades que descarta lo visto en las encuestas, ya que ellos dicen contar “con otros datos”. Hoy el régimen tiene tres cabezas y se están escupiendo en la cara. Repito: están divididos, es momento de darles “caitazo”. Y por eso, la verdadera oposición tiene rápidamente que converger hacia una opción unificadora. Descartar de inmediato, por ejemplo, a opciones “súbitas” como la de Carlos Pineda, que pretende copiar la estrategia de “Jimmy”, el supuesto “outsider”, que ya sabemos cómo nos salió. Con su estilacho, “a la Trump”, de “don Diahuevo, para servirles; soy lo máximo” y corro “con mi pisto”, no puede enmascarar el hecho de que lo postula el partido que nos dio al diputado del cajonazo de ¡30 millones! al INSIVUMEH y cuya actual Secretaria General, le aseguró “el pase” al diputado de marras a otra candidatura congresil (en primera casilla) en otro partiducho “afín”, para mantener su impunidad. No nos equivoquemos, de nuevo, ciudadano...
¿Y frente a este panorama, qué recomienda este liberal empedernido? Ante la ausencia de una opción auténticamente liberal, y en aras de preservar la posibilidad de una auténtica República Democrática, un voto inteligente a favor de un viraje histórico: Guatemala necesita cambiar de rumbo. Necesitamos un gobierno verdaderamente diferente: uno que nos devuelva la separación e independencia de los poderes del Estado, que nos han sido arrebatadas. Uno que nos devuelva la libertad de expresión y que persiga, de veras, a la corrupción y al crimen, en vez de fomentar a estas lacras. Un gobierno de transición hacia un gobierno decente, que nos permita re-iniciar el camino hacia la vida civilizada. Por ello, aún siendo liberal, propongo que: (1) llevemos a la Presidencia a Manuel Villacorta, un honesto social-demócrata; (2) a la Alcaldía de Guatemala, a Canela, un conservador moderado y progresista; (3) que votemos nulo para el PARLACEN, para poner a prueba al sistema; y (4) que para las demás alcaldías y diputaciones, votemos “CPR”, Contra el Pacto de Corruptos, castigando al régimen por su desfachatez y su indecencia. Hay otras opciones similares, pero nos vedaron el proceso democrático para escoger colectivamente a la mejor opción. Ni modo. Es ahora necesario hacer converger a las fuerzas políticas que están tanto a la derecha como a la izquierda del centro, de manera pragmática, con un candidato de carácter, en aras de preservar las fórmulas republicanas y avanzar hacia un régimen de veras democrático. La estructura informal de liderazgo de la Nación debe hacer uso de “la magia de la palabra hablada”, en contra la diarrea publicitaria del régimen. Pocos creen en ella, pero así se han tumbado gobiernos que se creían inamovibles. Sea subversivo contra este régimen, ciudadano; no acepte que es imposible hacer algo, que la mayoría del pueblo es comprable, que es imposible crear conciencia ciudadana. Su opinión influye y a la larga, cuenta. El tramposo sistema que nos mal gobierna es ilegítimo. Una endeble “legalidad”, encabezada por una Corte Suprema de (in)Justicia que ha duplicado, de facto, su período constitucional, nos está vedando los derechos esenciales de una democracia, como lo son la libertad de expresión y de elección. Urge defenestrarlo pacíficamente, mientras sea posible. Para que no prevalezca el espejismo principal, ese que pretende disfrazar a Guatemala como una República, en la que hay separación de poderes y que es, dizque, una “democracia”...
"Publicado en la sección de Opinión de elPeriódico el 25 de Abril de 2023"
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