“Una imagen dice más que mil palabras.” – Allí quedó -un 6 de febrero del 2018- para la implacable posteridad, una estampa reveladora: nuestro actual Ministro de Economía -entonces Presidente del CACIF- dándole lo que no siéndolo, aparentaba ser un ‘diploma’ de la máxima organización empresarial guatemalteca, al sátrapa nicaragüense; ostensiblemente por su bonancible acogida a la multimillonaria inversión de una amplia -y no muy coherente- parte de nuestra élite empresarial, que encontró en aquella tiranía ‘mejores garantías para el capital’ que en su propia tierra. Cómodo lidiar con el todopoderoso autócrata... hasta que arrebata. No en balde se dice dijo Lenín de los capitalistas: “son aquellos que nos venderán la soga con la que habremos de ahorcarlos”.
La Historia de Guatemala abunda en ejemplos de líderes que antepusieron sus intereses pecuniarios u otros de corto plazo, a los intereses de fondo de la Nación. Algo así me vino a la mente al escuchar las respuestas que le dio el Ministro Malouf a la Comisión del Congreso que lo citó para que aclarara pormenores de su participación en “el negocio de Remed”, mediante el cual Ferrovías (empresa en la que el Estado guatemalteco detenta cuatro quintas partes de las acciones) contrató a la empresa mexicana “para desarrollar” la conexión ferroviaria al vecino país; inicialmente, desde nuestra frontera occidental hasta el puerto de San José. Los diputados -entre otras cosas- increpaban al Ministro que siendo el Estado el accionista mayoritario, el negocio debió haber sido sujeto de una licitación pública en la que compitieran varias empresas calificadas y tras haberse hecho una equitativa evaluación de los activos aportados, y nó una negociación, otra vez, sospechosamente, oculta al escrutinio público. Que les preocupaba, además, qué se iba a hacer -quién, a qué costo y con qué implicaciones legales para el erario nacional- con las familias que estaban asentadas “en la línea”. Tras el despliegue de un carrusel de funcionarios con cara y expresiones verbales de “yo no fui”, no le quedó más recurso a don Tono que admitir que -aunque en la negociación “el MINECO no tenía una participación directa”- se había reunido en varias ocasiones con los meros meros de Remed “a fumar unos puros” o a comer “en Fontabella”. Que había hecho aquello porque era importante que potenciales inversionistas -mediante su intervención personal- se sintieran bienvenidos a invertir en el país. Palabras que me sonaron incoherentes, pues me consta que nuestro flamante Ministro se ha negado a reunirse a escuchar siquiera, lo que los representantes del Corredor Interoceánico de Guatemala (CIG) le han querido transmitir en relación al proyecto más ambicioso de nuestra Historia y en el cual más de nueve mil familias ya han invertido buena parte de sus patrimonios, integrando un inmueble interoceánico -sin asentamientos y sobre un trazo diseñado con criterios técnicos modernos- cuyo valor potencial total ya es mayor que el patrimonio neto del banco más grande del país. Claro, no son “inversionistas rusos”, aficionados a las “alfombras persas”, ni mexicanos allegados a AMLO, pero también estos modestos inversionistas chapines deberían haber sido merecedores de la disputada atención del señor Ministro...
La economía guatemalteca necesita urgentemente grandes obras de infraestructura: necesita carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, drenajes, tubería de agua potable, escuelas, hospitales, juzgados, estaciones de policía y muchas cosas más. Y para eso necesita complementar el exiguo ahorro nacional con capitales extranjeros. Pero lo que ya debieran ir entendiendo nuestros gobernantes, es que estos grandes proyectos no serán siempre bien vistos por buena parte del electorado nacional, porque frecuentemente se perciben -con razón- como negocios opacos en los que un grupúsculo de allegados al poder recibe el goce de activos nacionales a precio de quemazón, para que mediante una inversión marginal adicional, se le concedan privilegios monopólicos, a costillas de un ya muchas veces esquilmado consumidor sin otras opciones de servicio, más que pagar tarifas que no son competitivas. Eso es lo que hay detrás de la impopularidad del “negocio del peaje” en la carretera Escuintla-San José, por ejemplo, y lo que muchos intuyen podría ocurrir con el negocio de Remed y su rumorado gasoducto paralelo (suspicacias que se remediarían si contáramos con una Ley de Dotación Patrimonial Ciudadana que exija que en toda enajenación de activos nacionales, el 49% de la propiedad y los beneficios se le transfiera directamente a la ciudadanía). Al margen de una evaluación que no podrá ser ecuánime hasta no saber más detalles que aún no son del dominio público, sin embargo, lo que sí queda claro desde ya es que esta “conexión ferroviaria” contribuye a que el Corredor Interoceánico de Tehuantepec, con el que en el futuro competirá el CIG, se verá beneficiado en detrimento del proyecto chapín: no sólo porque estas líneas guatemaltecas “lo alimentarán”, sino sobretodo, porque se seguirán usando como justificativo para sabotear el lanzamiento del Corredor Interoceánico de los guatemaltecos, su competidor natural, para que el proyecto mexicano “se robe la salida”. En lo que vino a parar “el tren rápido” de Giammattei: un apéndice “charro” de los trenes de AMLO... ¡Ahh...! Y qué hubo de aquella sentencia que se usaba en el S.XIX para evaluar a nuestros negociadores en el asunto de Belice: “sólo hay un criterio para emitir juicio sobre un funcionario público: si sus acciones han contribuido, o nó, a engrandecer a... ¡la Gran Bretaña!”.
El Corredor Interoceánico de Guatemala (CIG) representaría la ruta náutica más corta entre Shanghái y Nueva York, desafío que podría lograrse en el oriente guatemalteco, de manera casi increíble al compararlo con Tehuantepec, remontando un obstáculo topográfico apenas un poco mayor a un kilómetro de altura. A las ventajas de las que la naturaleza nos ha proveído, hay que añadir el aún más asombroso fenómeno que representa el que más de nueve mil familias de una de las zonas más abandonadas por el Estado, acompañadas por sus organizaciones comunales y sus gobiernos locales, hayan reconocido, pacífica y voluntariamente, esta inusual oportunidad, constituyendo un inmueble interoceánico privado. El continuado empeño con el que un grupo de visionarios emprendedores, apoyado por una amplia plataforma social y política en su zona de influencia, ha resistido el embate de los infaltables detractores y enemigos de este esfuerzo, condujo a que el propio Estado de Guatemala declarara oficialmente al CIG como un proyecto “de utilidad pública e interés nacional” (AG No. 270-2013). Por todas estas razones, además, el proyecto ha despertado el interés de instituciones internacionales de desarrollo, de varios países amigos y de los mercados globales de capital. Y a pesar de todo ello, desde tiempos de Jimmy, el proyecto “goza” de una estudiada indiferencia oficial, además de un boicot extraoficial en las instituciones gubernamentales que “promueven” la inversión en nuestro suelo. Pareciera que hay quienes quieren que se entienda que “o son ellos, o no será nadie”...
Pero ¿qué otra cosa podría esperarse de un gobierno que se comporta como el actual? De un gobierno que -entre otros tantos escándalos- olvidando aquello de que “la esposa del César no sólo tiene que ser honesta, sino aparentarlo”, tras ordenar la compra de la vacuna más controversial del mercado, a precios evidentemente inflados, a través de un intermediario ilegal, bajo los términos de un “contrato secreto” y entregando anticipadamente más de ¡600 millones de quetzales!, lo que hace es ordenar la persecusión del fiscal que pretendía esclarecer los hechos, hasta obligarlo a exiliarse. Por eso el guatemalteco, que por ahora se siente impotente, recurre al sarcasmo. Y así, cuando dice “Timo Chenko”, por ejemplo, no está pensando en el legendario general soviético (Seymon Timoshenko, 1895-1970), veterano de dos guerras mundiales; o en el tristemente célebre guerrillero colombiano, apodado de esa manera. Nó. El chapín imagina a un personaje local, que blandiendo su muleta derecha en el aire, gira sus feroces instrucciones para que, bajo consejo de “Miguelito”, se proceda a hacer algún “negocio ruso”, en el que la mayoría de la población, se teme, terminará siendo timada...
Pero el sarcasmo no basta. Habrá que contribuir a que el electorado despierte, ciudadano. Para ello, siga atento a esa “conspiración del bien” que pretende crear una “carpa grande” en la que las fuerzas auténticamente democráticas unirán fuerzas para impedir que continúe el dominio de la cleptocracia. Para que cese la regresión en la lucha contra la corrupción. Para que no logren obligarnos, de nuevo, a escoger entre dos males (ahora parece que entre Sandra y Zury); cuya misión principal será proteger la impunidad de los desmanes del actual gobierno. Mientras tanto, los actuales funcionarios deberían reflexionar acerca de que el poder político es efímero y el juicio histórico, inescapable. Pensando en eso, hasta Fidel Castro dijo en su juventud, “si no os parecen mis ideas, condenadme; la Historia me absolverá” (y ese jurado aún delibera). De una manera decididamente menos elegante, el candidato Giammattei, tras hacer otra de aquellas promesas que no se pueden cumplir, dijo -en difundido video de gran circulación- no querer ser recordado como “¡un hijueputa más!”. Ahora ya le quedan sólo poco menos de dos años para persuadirse a sí mismo, y a la ciudadanía, que cuando protagonizó aquel exabrupto, no se equivocó...
"Publicado en la sección de Opinión de elPeriódico el 8 de Febrero de 2022"
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