“Seamos realistas:¡pidamos lo imposible!” – Grito de protesta de los estudiantes del Mayo francés, en 1968, pidiendo el gobierno de la meritocracia.
El golpe de Estado en marcha que el régimen ha venido orquestando para tratar de detener lo inexorable, debe ser aplastado. Su derrota -inevitable- se tiene que materializar en los tres frentes en los que ha venido desplegando sus acciones: (i) el jurídico; (ii) el político; y (iii) el del control de la fuerza pública. Pese al disfraz de “legalidad” con que se ha tratado de “vestir” al grotesco zarpazo, todo aquel que no pretenda “tapar el sol con un dedo” sabe que se trata de burdos abusos de poder para tratar de preservar el modus vivendi, las malhabidas fortunas y la impunidad del grupúsculo de beneficiarios directos y operadores del sistema en el poder; con la cómplice anuencia de “la mayoría de la minoría”, que quiere creer que está “oponiéndose al avance del comunismo”, cuando lo que está tratando de preservar, de hecho, es un orden político insostenible. Es un golpe de Estado “en cámara lenta”, por si fuera necesario explicar lo obvio, pues se trata de impedir, o al menos erosionar, el acceso al poder de quien ganó legítimamente las elecciones el pasado 20 de agosto, pese a todas las trampas colocadas en su camino.
El frente jurídico, o la construcción de “excusas legales” para justificar la agresión, no tendría asidero firme en un auténtico Estado de Derecho: se ha montado una farsa -como otras orquestadas en el pasado reciente en contra de periodistas, jueces y fiscales que han tratado de combatir la corrupción- en torno a supuestas “ilegalidades” en la inscripción del partido Semilla; creando un falso escándalo en torno a un proceso que -en su oportunidad- fue ventilado frente a autoridad competente y cuya resolución, tras dos elecciones consumadas, ya “causó estado”. Es decir, no fue objetada en el momento procesal oportuno, sino hasta que el régimen se percató de que se había constituido en grave amenaza a su continuidad, cinco años después. Para “añadir el insulto a la herida”, la entidad sindicada nunca fue oída y vencida en juicio, contraviniendo un principio elemental -y universal- de justicia, y se utilizó a un ya conocido juez “de alquiler” para emitir conveniente “sentencia express” sin sustento probatorio, en una jurisdicción sin competencia en el asunto, contraviniendo claras disposiciones de orden constitucional. A este “caso raíz” se le han venido añadiendo otras “ilegalidades” dizque “descubiertas” en el proceso de investigación de un -para eso sí- “diligente” Ministerio Público, empeñado en encontrar más “pelos en la sopa”; todo para tratar de impedir la plena consecuencia de la libre voluntad popular expresada en las urnas. El Tribunal Supremo Electoral (TSE), la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y la Corte de Constitucionalidad (CC) hace rato que ya podrían haber “enmendado la plana” y despejado toda incertidumbre, “con la Ley en la mano”. Pero las tres entidades, también fruto del podrido régimen que aún nos sojuzga, están integradas por magistraturas en las que hay abundantes “colas machucadas” y consiguientemente, han mantenido un jueguito de cobardes ambigüedades, tratando de quedar bien “con Dios y con el diablo”...
Por eso, más allá del zipizape puramente tribunalicio, cobra especial importancia el frente político. En este frente, los golpistas han desplegado una activa campaña mediática, insinuando que Arévalo “fue impuesto” por mecanismos fraudulentos instigados por “el foro de Sao Paulo” y por “la odiosa” administración demócrata “del comunista Joe Biden”, para consumo de los más crédulos miembros de nuestras asustadizas clases altas y medias. Como aquellas que no titubean en darle “su diezmo” a hipócritas pastores de helicóptero, caballos pura sangre y Country Club, pero que son retrecheros para pagar sus impuestos al fisco. Entre ellas no se señala que donde sí hubo algunos fraudes exitosos -con uso de recursos del Estado, “compra de votos”, coacciones y hasta probables alteraciones de actas municipales- éstos fueron a favor del régimen, en las comunidades más pobres, apartadas e incomunicadas, para “colar” diputados y alcaldías afines; pero que ello resultó imposible en la contienda presidencial, donde la voluntad popular fue protegida por “la ley de los grandes números” y por la especial vigilia ciudadana. Con esa canción “del fraude”, que también pinta a la Comosiama y a Curruchiche como “héroes de la legalidad”, han salido a bailar los más curiosos -y hasta ridículos- especímenes de nuestra fauna fascistoide local, a quienes el pueblo, afortunadamente, ya conoce bien. Gritan “¡soberanía!”, pero no han dicho “esta boca es mía”, por citar un solo caso, frente a la torpe y sospechosa forma en la que el actual gobierno mal conduce la defensa de nuestros legítimos derechos en Belice, donde se ha desoído el consejo que desde 1946 dejó Juan José Arévalo en torno a reclamar “el criterio de equidad” para el caso, en la Corte Internacional de Justicia. Estos corifeos del régimen dicen, además, que Bernardo Arévalo fue electo por “cuatro gatos”, que no llenan la plaza. Convencidos de sus propias mentiras, se niegan a aceptar -como mecanismo de defensa sicológica- el amplio, mayoritario y consciente repudio popular hacia todo lo que representan...
Pero, efectivamente, “no se puede tapar el sol con un dedo”. La inmensa mayoría de la ciudadanía consciente los está enfrentando exitosamente y para “hacer número” más allá de sus pequeños grupos de recalcitrantes “miwatecos”, el régimen sólo cuenta con la precaria adhesión transaccional de sus hoy asustados y desorientados “acarreados”, que fácilmente ceden ante la justa indignación de sus vecinos mejor informados. Como el régimen tampoco goza de simpatías internacionales, pues su -bien ganado- descrédito es generalizado, la tentación de recurrir a la fuerza bruta, será cada vez mayor. Por eso las amenazas a la vida de nuestro Presidente electo no pueden ser tomadas a la ligera. Por eso, también, es obviamente indispensable que nuestro Ejército -como hasta ahora- no pueda ser seducido por probables e insensatos llamados a “poner orden”, manteniéndose dentro de los cauces que señala nuestro ordenamiento jurídico; y para preservar, además, normales relaciones institucionales con aquella que José Luis Chea Urruela llama “la América indispensable”. En última instancia, por supuesto, la preservación del orden constitucional descansa en el control de las fuerzas coercitivas del Estado. En este contexto, aprovechando el período de transición, el futuro nuevo gobierno tendrá que hacer acopio de la sicología de “muerto el Rey, ¡viva el Rey!”, que desde tiempo inmemorial, ha socavado el poder real del que se va, en favor del que ahora viene. El futuro Ministro de Gobernación y sobretodo, el futuro Ministro de la Defensa del nuevo gobierno, ya deberían estar trabajando en destacar la obligatoria adhesión de todas nuestras fuerzas en armas, más que a una persona, al curso de acción que señala la Constitución y a señalar la inobjetable autoridad moral del Presidente electo, como inexorable futuro Comandante en Jefe de todos los brazos armados del Estado...
Todo esto -y más- es lo que está detrás de la cita del pueblo de Guatemala con su destino, este lunes 18 de septiembre, a las 5:30 de la tarde, en la Plaza de los Derechos Humanos, frente al edificio de la Corte Suprema de Justicia, en el centro cívico de la capital. Nuestro Presidente electo ha llamado a acompañarlo en la presentación de una acción de Amparo ante la Suprema Corte, expresando la unidad nacional en defensa de la Democracia. Estoy seguro de que el pueblo, de manera evidente y contundente, lo acompañará. Estoy seguro de que el pueblo, efectivamente, iniciará un indetenible Contragolpe...
Lo felicito por la lucidez de sus opiniones. Sus doctas aportaciones nos incitan a la acción como el anterior y este último. Son llamados patrióticos a defender la democracia y al binomio electo en la elección, defensa del voto en la urnas electorales. La victoria fue popular, el triunfo es nuestro, defenderlo es tener dignidad y valentía para dejarles a nuestros hijos una nueva Guatemala. sus escritos inyectan vitalidad y esperanza para seguir luchando.