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Demanda insatisfecha

Foto del escritor: Ciudadano TorielloCiudadano Toriello

“Ni Zandra, ni Sury / ni el tal Meme Conde / ¡pues es Timo Chenko / quien atrás se esconde!”. Tendremos que identificar cuáles, entre las dos docenas de opciones electorales restantes, se comprometerán públicamente a promover la Agenda de Cinco Puntos que promueve la Alianza para el rescate de la Auténtica República Democrática, en Guatemala, ARDE. Un mejor futuro depende de eso y Guatemala lo merece.


Nadie habría supuesto, antes de que surgiera el fenómeno político encabezado por Nayib Bukele, en El Salvador, que la mancuerna FMLN-ARENA podía ser expulsada de un corrupto dominio conjunto del poder efectivo, en tierras cuscatlecas. Y sin embargo, con sus luces y sus sombras, el “Presidente Millenial” llevó a cabo “el milagro” trasladándole al pueblo una esperanza creíble, construida en torno a una idea sencilla: “el pisto alcanza, cuando nadie roba”. Como las mafias se defienden, tuvo que “subirse”, primero, a un “vehículo electoral” disponible (la GANA) “que no era suyo”; después, crear -desde el poder- su “propio” Partido (Nuevas Ideas); y ya con ese instrumento, orquestar, en una nueva elección, una “supermayoría” parlamentaria. Con esa mayoría, respondiendo a los deseos de cambio del pueblo salvadoreño, “le está metiendo el bisturí” al cuerpo social. Claro, como es de carne y hueso, no está exento de tentaciones autoritarias, y por eso, los salvadoreños deberán tener el cuidado de fortalecer sus instituciones por encima del mandatario, para que tampoco él, devenga un tirano más (“todo poder tiende a corromper...”). Pero el punto es que los centroamericanos no estamos condenados a soportar el despotismo de las mafias corruptas entronizadas en el poder “por los siglos de los siglos”. En más de una instancia histórica (el republicanismo vs. la monarquía criolla, en 1821; el derrocamiento de los dictadores “liberales” en 1944 -primero, Hernández Martínez, allá y Ubico, después, aquí), El Salvador ha innovado y Guatemala, después, ha consolidado. Ahora es el turno de seguir el ejemplo salvadoreño para derrocar a nuestra alambicada Cleptocracia. Sólo necesitamos que el pueblo guatemalteco cobre consciencia de su poder y que el 70% haga tronar el látigo...


¿Y qué quiere el 70%? ¿Qué necesita Guatemala para escapar de esta situación miserable? ¿Qué hay que pedirle a un nuevo gobierno? Son “sólo” cinco cositas. En ARDE las resumimos así:


1.- Meter al bote a los ladrones del erario. Quitarles sus fortunas mal habidas para devolvérselas al pueblo. Crear tal respeto por la Ley, que los potenciales funcionarios venales del futuro, piensen dos veces antes de ceder a las tentaciones, porque sabrían que ya no podrían escapar al largo e implacable brazo de la Ley. Crear avenidas seguras para que el pueblo canalice con confianza sus denuncias y nombrar una Comisión Nacional Contra la Corrupción y la Impunidad, encabezada por un jurista guatemalteco de intachables credenciales y dándole todos los poderes y el apoyo fiscal necesario para que tenga éxito. Eso implicará tratar como sistema integrado a la Policía, el Ministerio Público, los Tribunales pertinentes y el Sistema Penitenciario. Habrá que “sacudir el zapotal”, para que caigan todos los frutos podridos; modernizar los procedimientos de persecusión del crimen; y dotarlo de los presupuestos necesarios, sin pajas. El esfuerzo deberá incluir una re-estructuración del Presupuesto Nacional, la depuración del OJ, y la reforma de las “reglas de juego” que le han permitido a las mafias hacer leyes que favorecen su impunidad, en especial, las que tienen que ver sobre cómo elegimos a nuestros diputados. Sí, es una gran cirujía. Pero no es imposible, si el 70% elije a una mayoría parlamentaria suficiente, y si posteriormente, le exije a sus representantes que en vez de andar a la caza de leyes negociadas contra el interés público, cumpla con los mandatos del verdadero soberano, el pueblo.


2.- Iniciar el “despegue” de Guatemala hacia el auténtico desarrollo, dejando de sabotear al Corredor Interoceánico de Guatemala (CIG). Llora sangre cómo el régimen ha impedido por más de veinte años que un fenómeno histórico, como es la integración de un inmueble privado de 372 Kms de largo y 140 mts de ancho, con dos futuros puertos de gran calado en cada océano y seis zonas de apoyo logístico, hecho posible mediante la aportación directa de más de nueve mil familias de modestos recursos y una población en el área de influencia directa de cientos de miles de familias, se vea aún frustrado. Sólo la ambición desmedida de funcionarios venales y la interesada colaboración de empresarios miopes, es capaz de explicar cómo este potencial motor del desarrollo capitalista incluyente, que pondría a Guatemala en el próspero centro del movimiento logístico mundial, ha podido ser detenido, pese al manifiesto interés de los mercados financieros internacionales en apoyarlo. Agendas ocultas, como la del reciente ex Ministro, “el cachetón del puro”, promoviendo ridículos proyectos “alternos”, más la aún impune violencia criminal, que ya le ha dejado al CIG seis mártires, han intentado “descarrilar” un proyecto que será para Guatemala lo que Suez es para Egipto o lo que para Panamá, es su canal. Pero el CIG, a pesar de esta ignominia, terminará transformando la matriz socio-económica nacional...


Por razones de espacio, hoy sólo haré alusión escueta de los otros tres puntos: (3) La universalización de la seguridad social, en un país en el que hoy cualquier enfermedad grave significa, para la inmensa mayoría, la quiebra, la muerte, o ambas cosas; (4) El inicio de un capitalismo popular e incluyente, mediante la Ley de Dotación Patrimonial ciudadana, base de una esperanza generalizada en un futuro mejor; y (5) El inicio del largo y consensuado proceso de diálogo que conduzca a la restauración de la República Federal de Centroamérica, nuestro inexorable destino...


Esto no es una quimera, ciudadano. El poder reside en el pueblo, si éste no deja que se lo arrebaten. En ARDE continuaremos escudriñando la oferta política nacional, dialogando y evaluando. Haremos mediciones del sentir nacional, aún en medio de la actual “guerra de encuestas”. Mantendremos la llama de la esperanza ciudadana, “prendida”. Nos prepararemos para auditar públicamente, con la mejor tecnología disponible y el concurso de la ciudadanía consciente, al desacreditado “Tribunal Supremo” electoral y a otras instituciones cómplices. Sí, continuaremos “poniéndole la lupa” a este gobierno de estafadores y ladrones de cuello blanco; y a sus colaboracionistas, jueces, fiscales, voceros formales e informales, para que el pueblo los conozca. Y para que no olvidemos lo que están haciendo actualmente, persiguiendo y encerrando a sus críticos y a los funcionarios de bien. Acompañaremos a José Rubén Zamora en su ejemplar lucha contra “un sistema que no combate al crimen y al narco, porque el crimen y el narco, son el sistema”. Viene una gran batalla de la inteligencia y la decencia, contra el dinero malhabido. Ellos creen que la tienen de antemano ganada porque creen que ya “compraron” a casi todo mundo. Y que los demás, “ya tiramos la toalla”. Pero no es así. Una creciente mayoría silenciosa está por volverse más ruidosa. La indignación y la esperanza crecen. Los guatemaltecos de bien no quieren ser recordados por sus hijos y nietos en vergüenza, señalados por aquello de que “cada pueblo -y cada generación- tiene el gobierno que se merece”...


God save Liz Truss!

El pacífico deceso de la prudente Isabel II de Inglaterra hace unos días, ha llevado de nuevo a la palestra a la monarquía británica. Es una monarquía simbólica, castrada de todo poder político efectivo desde que Oliver Cromwell encabezó el movimiento que terminó cortándole la cabeza al terco absolutista Carlos I, en 1649. Esa monarquía volvió unas décadas después, con propósitos de armonía e integración nacional, debido a los excesos del corto período republicano; el cual, pese a sangrienta guerra civil, no pudo siquiera estructurar una Constitución explícita. Eso sí, cuando los reyes volvieron a caer en la tentación de “hacer política”, la “revolución gloriosa” de 1688 quitó, “sin choque sangriento”, a un rey que por católico e impopular, difícilmente podía también encabezar a una Iglesianacional que desde tiempos de Enrique VIII estaba enfrentada al Papa. Con característica “flema”, lo sustituyeron por otro de una dinastía protestante, importada del Continente, a condición de que aprendiera a “limitarse a la ceremonia”. Los “royals” aprendieron esa lección y se conformaron con vivir lujosamente, en un escaparate, a costillas del erario nacional. Hoy, la mayoría británica piensa -con razón- que son una excentricidad muy rentable para su industria turística; pero la legitimidad de la nueva generación “real”, con sus escándalos y divorcios, permanentemente se mantiene en tela de juicio. Así, no es descabellado pensar que la vetusta institución podría sucumbir si se expone a una serie de nuevos escándalos o a una grave crisis fiscal. De hecho, parece que será Australia, dentro del “Commonwealth”, la que pronto iniciará el proceso de renegar de ese costoso anacronismo.


Hay que reconocer, por otra parte, que el “Reino Unido” (otra ficción), cabeza de un imperio que ya no es por inexorable decadencia, ha dejado un imborrable legado a la Civilización Occidental. Ha sido gobernado durante generaciones muy astutamente, proyectándose con inteligencia al mundo y por consiguiente, hoy tiene un peso político global que excede a sus merecimientos y a su poder económico y militar. Nosotros sabemos, por ejemplo, que como lo hizo de manera más evidente en Las Malvinas, aquí nos arrancaron la quinta parte de nuestro territorio con “la fuerza persuasiva de sus cañones” y su habilidad para sobornar. Pero no se puede olvidar que la tradición política inglesa es, contradictoriamente, la que parió a la República Democrática moderna, en 1776; señalando, por interpósita mano, el camino hacia la auténtica prosperidad y la paz. Su actual Primera Ministro, una conservadora moderada que en su juventud fue apasionada republicana y anti-monarquista, ilustra la esencial ambivalencia del régimen inglés. El cual sigue siendo valorado ícono en Occidente porque sus élites han sabido exhibir comportamientos más aristocráticos que oligárquicos. Y porque, en el fondo, son una república disfrazada de monarquía. No como aquí, en donde hoy, todo esto último, es al revés...


"Publicado en la sección de Opinión de elPeriódico el 13 de Septiembre de 2022"

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