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  • Foto del escritorCiudadano Toriello

Anatomía de nuestra Cleptocracia

“Quien siembra vientos, cosechará tempestades” – Refrán popular que bien debieran ponderar los que creen que pueden continuar reprimiendo las ansias de justicia del pueblo, apostando a que su indolencia y su paciencia son infinitas...


Guatemala es un país que ha fracasado tres veces en sus intentos por crear una República de todos los ciudadanos. Fracasó la primera vez al inicio de nuestra vida independiente, cuando las aspiraciones republicanas de sus mejores hijos fueron ahogadas por quienes, para proteger sus privilegios, lograron imponer una disminuida independencia sin República: la monarquía aldeana de Rafael Carrera, un régimen cuasi-feudal, sin Constitución. Fracasó la segunda vez, cuando una falsa Revolución Liberal, a pesar de haber adoptado un lenguaje republicano, al repartir las entonces abundantes tierras sin dueño entre unos pocos allegados al poder y propiciar legislación laboral que asegurara una oferta de mano de obra dócil y barata, afianzó el Capitalismo de Plantación, en vez de una economía de numerosos pequeños propietarios; y preservó, así, las características semi-feudales de nuestra sociedad. Y fracasó por tercera vez cuando, tras la Revolución del 44, intentó una Reforma Agraria más parecida a las de Rusia y México, que a la de los EEUU de Lincoln o a las del sudeste asiático, las que propició MacArthur. Del último fracaso heredamos una sorda y prolongada lucha entre los que no quieren que las cosas cambien y los que insisten en el incendiario -y contraproducente- reparto de lo ajeno. Esta etapa devino un proceso regresivo que por una parte prolongó el dominio de la pequeña élite que nos ha gobernado el 90% del tiempo durante los últimos dos siglos, pero que por la otra, le dio terco sustento político a quienes proponen un despotismo supuestamente redentor, pero probadamente violento y estéril. Con el propósito de continuar gobernando “por interpósita mano”, a partir de 1986 la élite tradicional creó un sistema en el que el poder político “se compra”, en el contexto de una “democracia de fachada”, que ingenuamente, creyó siempre mantendría “bajo control”. No vio venir la situación actual en la que otros actores “no tradicionales”, mediante “el ordeño” del erario público y el crimen organizado, la vencerían en su propio juego. Hoy, torpemente, esa misma élite se aferra a un tardío “matrimonio de conveniencia” con las mafias corruptas que ya le han arrebatado buena parte del poder real, pero que “la dejan” seguir medrando. Así, atenazada entre ultraconservadores y neo-leninistas, Guatemala aún hoy permanece atrapada en una trampa histórica que sólo favorece a esa élite miope y a sus corruptos comparsas y a la que la mayoría moderada aún no le ha encontrado salida. Por eso, urge nó desaprovechar la oportunidad de salir de esta trampa en el 2023...


Una de las manifestaciones más evidentes del fracaso en crear aquí una República de todos los ciudadanos es que uno de cada tres guatemaltecos en edad de trabajar ha huído o está intentando huir de este “Paraíso Desigual”. El economista de origen checo, Harald Waxenecker, en un estudio publicado con este último nombre en el 2019, contribuye a aclarar cómo opera y se afianza en el poder la estructura de poder que nos mantiene en este impasse histórico. Tras analizar, con base en información oficial, cómo el 3% de las empresas guatemaltecas acapara el 65% del margen neto del proceso productivo general, en una economía en la que la remuneración de los asalariados y los impuestos netos han disminuido consistentemente en términos porcentuales en lo que va del siglo, el autor centra su atención en la proveeduría de bienes y servicios al gobierno. El análisis preliminar es relevante porque explica cómo se genera el entorno que hace posible lo que se ha dado en llamar “la economía de captura”, una en la que un pequeño grupo de cada vez más ricos empresarios y funcionarios “bien conectados” influye en “las reglas de juego” que viabilizan no sólo sus crecientes beneficios, sino su permanencia en una posición de artificialdominio impune. Esa “economía de captura” enriquece aceleradamente a sus beneficiarios y los afianza en el poder, para lo cual se vale, por medios legales o ilegales, abiertos o encubiertos, de: (i) la reducción efectiva de sus obligaciones tributarias; (ii) la provisión de servicios y/o subsidios a la actividad empresarial a cargo del presupuesto gubernamental; (iii) la transferencia de recursos de los contribuyentes a los dueños del capital por la vía de contratación de deuda pública con grupos financieros privados; y (iv) la contratación amañada de bienes y servicios a cargo del erario nacional. Waxenecker se enfoca en este último aspecto, para lo cual analiza 298 mil contratos estatales adjudicados a empresas privadas entre el 2004 y el 2017, por un monto de Q102 mil millones en esos 13 años y calcula con base en los datos, que eso “produjo” aproximadamente Q9,300 millones de “mordidas” y una “utilidad adicional”, para las empresas proveedoras, de aproximadamente Q10,200 millones; de los cuales un 2% de los oferentes (212 empresas) acapararon el 50% del monto contratado y un 66% de las ganancias “adicionales”. Esa “bonanza” tercermundista es a costillas de un contribuyente que sólo en cuanto a la compra de bienes y servicios del gobierno a las empresas, observa impotente cómo uno de cada cinco quetzales de esa parte de sus impuestos va a parar a los bolsillos de corruptos y corruptores. Podemos asumir, sobre todo tras la expulsión de la CICIG, que entre el 2017 y la actualidad el proceso continuó con cifras similares o mayores, lo cual explica “las caletas” de dinero que de cuando en cuando salen a luz (como las del “Sipi” o las del “Ministro Benito”); o las súbitas e increíbles fortunas de funcionarios que durante su efímera estadía cerca de la ubre estatal, pasaron -o están pasando, como ahora “Miguelito”- casi “milagrosamente”, “de zope a gavilán”...


Todos los países que hoy son “del primer mundo”, empezaron por desmantelar sus estructuras feudales para propiciar el desarrollo de una clase media amplia, sólida y creciente. Fueron procesos que en su mayoría ocurrieron originalmente en la medianía del siglo XIX (Europa Occidental, EEUU y Japón), pero que en algunos casos, ocurrieron hasta después del final de la Segunda Guerra Mundial (como por ejemplo, en Taiwán y Corea del Sur); y todos marcharon en dirección a la desconcentración del poder económico y político, que de esa manera “se democratizó”, a favor, en esas sociedades, del cada vez más importante “consumidor”. Para este desarrollo de las clases medias se utilizaron principalmente tres avenidas de acción socio-económica: (i) las dotaciones patrimoniales fundacionales (típicamente por la vía de concesiones de tierras, pero también mediante la transferencia de otros activos estatales); (ii) mecanismos que propiciaran el incremento de la remuneración laboral relativa al rendimiento del capital, sin extinguir el imprescindible afán de lucro de los emprendedores; y (iii) la creación de una “red de seguridad social” que mitigara con “compensadores sociales”, la vulnerabilidad de los sectores más débiles. Con la excepción del último mecanismo, en el que encuentran cómo medrar a través de la provisión amañada de bienes y servicios, los beneficiarios de “la economía de captura” tienen poderosos incentivos para sabotear estos procesos de evolución social y en particular, los que conducen a una mayor participación relativa de la remuneración laboral frente a los rendimientos de capital. Este tipo de economía (“de captura”) evoluciona naturalmente hacia una cada vez mayor concentración del poder económico y político y en ese sentido es diametralmente opuesto a la evolución que experimentaron en su desarrollo, los hoy países “del primer mundo”. Procesos que han demostrado, hasta la saciedad, que el Capitalismo funciona mejor cuando se aplica a una sociedad que es menos desigual, cuando la economía es “incluyente”. Y al contrario, conforme la concentración de recursos económicos se agudiza a través de la creciente oligopolización de la actividad económica, el poder de controlar el proceso político se acrecienta y el sistema se vuelve “predatorio”, como señalan Acemoglu y Robinson en “Porqué fracasan las Naciones”. Un ejemplo, en Guatemala, es el del Corredor Interoceánico (CIG), con veinte años de frustrada gestación. Este proyecto, que cambiaría la matriz productiva del país, crearía un foco nuevo de propiedad y empleo y contribuiría a reducir la actual vulnerabilidad en las cadenas globales de suministro, ha sido saboteado descaradamente por los tres últimos gobiernos. ¿La razón? En dos palabras, un sistema caracterizado por la captura de la mayoría de los excedentes económicos, no puede permitir que el negocio potencialmente más grande en la Historia del país, escape de su control...


Pese a las apariencias, sin embargo, el régimen es débil. Nunca había sido tan impopular con el pueblo, la prensa independiente y la comunidad internacional que cuenta, hoy tan abiertamente en su contra. Como fiera herida, no obstante, esgrime su control casi total del aparato institucional y sus abundantes dineros malhabidos, para tratar de perpetuarse, a puro tubo, en el poder. Utiliza a sus corifeos y cómplices para tratar de persuadir a los ingenuos (y en especial a todos aquellos que están sicológicamente predispuestos hacia las fórmulas autocráticas) con el cuento aquel de que “son ellos o el comunismo”. Que representan no se qué falsa “defensa de la soberanía nacional”. Que el combate a la corrupción “es malo para los negocios”... Así, de la mano de Timo Chenko y de “mi Guelito”, el régimen logró hace unos días, que ese Congreso en el que no nos han dejado estar fielmente representados, les esté en estos momentos poniendo a disposición Q3,200 y US$500 ¡millones!, para sobornar o intimidar a todos los alcaldes del país y con ello, “pavimentar” la puesta en el poder de otro gobierno “que les cuide las espaldas”. Creen que todo se compra y que a los guatemaltecos que no logren “comprar” los “neutralizarán”, de una o otra manera. Pero el pueblo ya sabe que el régimen manipula a Zandra y a Sury (que son más de lo mismo) y que Telma representa “un remedio que es peor que la enfermedad”. Por eso, todos los guatemaltecos decentes y de buena voluntad (siete de cada diez) debemos contribuir a la formación de un amplio frente de rescate de la democracia republicana nacional. Un frente que desmantele a la cleptocracia y nos devuelva una esperanza de futuro. Así que esté atento, ciudadano. En los próximos meses, una batalla entre la inteligencia y el dinero sucio tendrá lugar. Y si el régimen recurre a la trampa descarada, no estará más que incubando una próxima revolución. Esperemos que no intenten semejante insensatez. Pero tampoco olvide que, en última instancia, “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”...


"Publicado en la sección de Opinión de elPeriódico el 24 de Mayo de 2022"

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