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  • Foto del escritorCiudadano Toriello

Victoria Pírrica


Pirro de Epiro fue un general griego que en el siglo tercero antes de Cristo invadió la península italiana sin perder una batalla. A cambio, los romanos le infligieron tales bajas y le impusieron tales costos que después de la batalla de Asculum dijo: “otra victoria como ésta y quedaremos completamente arruinados”. Eventualmente, hubo de abandonar Italia sin haber logrado ninguno de sus objetivos. Desde entonces, las batallas ganadas a cambio de inmensos costos y con efectos finales contraproducentes, se conocen como “victorias pírricas”. En eso me pongo a pensar cuando observo el aplauso de la mayoría de nuestras minorías, en relación a la “victoria” de Jimmy Morales sobre el poder Judicial, por el “affaire” de la CICIG. Porque al margen de las opiniones, quedan los hechos:

1.- Pese a que la sugerencia inicial provino de los representantes de los exguerrilleros en los Acuerdos de Paz, el acuerdo suscrito entre la Secretaría de la ONU y el Gobierno de Guatemala que dio por resultado la creación de la CICIG, fue fruto de una solicitud soberana de sucesivos gobiernos guatemaltecos (empezando con Arzú y terminando con Berger) y conocida, aprobada y ratificada en su oportunidad, por los tres poderes del Estado, tras amplia discusión pública.

2.- Pese a errores, desaciertos y hasta ocasionales abusos de algunos de sus integrantes (los cuales se deben corregir y procesar en las instancias legales correspondientes), las acciones de la CICIG en el país, en particular en los últimos tres años, han resultado en un innegable proceso de desmantelamiento de estructuras de corrupción hasta hace poco acostumbradas a la completa impunidad. Entre estos resultados se encuentra la defenestración de delincuentes que estaban - y otros que estuvieron a punto de colocarse - en las más altas magistraturas de la Nación, incluyendo a la misma Presidencia de la República. La CICIG contribuyó a develar cómo estas estructuras delincuenciales, entre otras actividades, se dedicaban a manipular la elección a las Cortes y varios nombramientos a cargos gubernamentales, a la defraudación aduanera y a la obtención de “mordidas” en obra pública y adquisición de insumos médicos y a otras muchas actividades de sustracción ilegal de fondos del erario público. Por estas razones, y pese a la desconfianza que sus ocasionales excesos y su sesgo político despiertan en una importante pluralidad de la sociedad, la mayoría del electorado, según múltiples mediciones estadísticas, considera que los aciertos de la CICIG superan a sus desaciertos y consiguientemente, que el proceso iniciado por dicha entidad debe continuar hasta que la administración de justicia guatemalteca, de manera independiente, pueda cumplir con tales funciones investigativas plenamente.

3.- El actual Presidente de la República, haciendo uso de sus facultades como dirigente máximo de la política exterior, ha comunicado a la Secretaría de la ONU que su gobierno no renovará el mandato de la CICIG cuando éste venza en Septiembre del año en curso; fecha en la cual, por cierto, la República contará con un nuevo Presidente Constitucional, cuya elección dirimirá realmente, de manera democrática, el destino definitivo del cuestionado acuerdo de la CICIG. Aparentemente insatisfecho con esa perspectiva, el gobierno de Jimmy Morales, desde hace varios meses, ha declarado non-grato al Comisionado, le ha negado ingreso al país a él y a varios de sus investigadores internacionales, ha echado marcha atrás en la reorganización de las fuerzas policiales y en general, ha entorpecido las labores normales del combate a la corrupción, con el ahora evidente propósito de que el acuerdo y sus efectos en la persecución penal cesen antes de la fecha del término legal del acuerdo. Estas acciones del Presidente, a su vez, han dado lugar a acciones litigiosas, en las cuales el Organismo Judicial, conforme a su función constitucional de contrapeso a los otros poderes del Estado, ha limitado los alcances de algunas disposiciones del Organismo Ejecutivo.

4.- A las acciones del Presidente y sus Ministros se han sumado las de varios diputados que al igual que el Presidente, tienen conflicto de intereses en relación a la CICIG, por ser sujetos de investigación penal. Estos diputados han logrado que en el seno del Congreso se promuevan hasta reformas legales que pretenden dar marcha atrás a los procesos generales de combate a la corrupción en la administración pública y se aprestan a “avalar” las disposiciones ilegales del Presidente. Tenemos pues, como consecuencia de la insensata “cruzada” presidencial anti-CICIG, un creciente enfrentamiento entre diversos representantes de los organismos Ejecutivo, Legislativo y Judicial y su concomitante efecto en exacerbar innecesariamente las pasiones políticas de varios grupos ciudadanos.

5.- En una República democrática las diferencias de opinión entre organismos del Estado deben ventilarse institucionalmente y llegado el caso, según lo expresa taxativamente la Constitución de la República, aquí la interpretación de última instancia acerca de qué es y qué no es legal, corresponde exclusivamente a la Corte de Constitucionalidad. Así que a pesar de que la actual magistratura de la Corte de Constitucionalidad ha exhibido en varias ocasiones sesgos, desaciertos y un activismo jurídico cuestionable, sigue siendo indiscutiblemente el árbitro legal de última instancia y sus fallos y resoluciones finales deben ser cumplidas, aunque se consideren inapropiadas o injustas por los afectados, so pena de romper el pacto social básico entre gobernantes y gobernados.

Nuestras minorías pueden aplaudirles a Jimmy y a sus aliados todo lo que quieran, pero la mayoría piensa que Guatemala no es una Monarquía sino una República. La “victoria” del atropello sobre la Ley, “aunque cuente con el permiso de Trump”, será efímera y contraproducente. Las élites deben percatarse de que están a punto de adjudicarse la hazaña de crear condiciones pre-revolucionarias en Guatemala, precisamente cuando Venezuela y Nicaragua han logrado que las masas comprendan que ése no es el camino. No hay que olvidar que “quien siembra vientos, cosechará tempestades”…

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