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Urge enfrentar decisivamente la escalada golpista

  • Foto del escritor: Ciudadano Toriello
    Ciudadano Toriello
  • hace 4 días
  • 6 Min. de lectura

“Más vale un rato colorado que cien descoloridos.” – refrán popular.

 

La gente suele ignorar ciertos eventos clave que antecedieron a la revolución bolchevique de 1917.  Empecemos por señalar que, tras una turbulenta historia previa, una generación de reformadores liberales intentó hacer evolucionar a una monarquía mayormente rural, atrasada y terca, hacia las estructuras republicanas que estaban transformando a Europa Occidental y al Japón en prósperas sociedades industrializadas, tras el evidente “milagro económico” del norte de América.  Buscaban una industrialización que empezó con la construcción de líneas ferroviarias para comunicar a las poblaciones urbanas y centros de consumo dispersos de aquel inmenso país, uno en el que empezaron a surgir fábricas y grandes plantaciones agro-industriales, al estilo de lo que había estado ocurriendo en el México de Porfirio Díaz. Estos reformadores ya habían logrado que el Zar permitiera una “Duma” (parlamento) con importante representación de las aún incipientes clases medias, aunque, a través de “reglas electorales” mal intencionadas, con una sobre-representación de la oligarquía conservadora y la correspondiente sub-representación de las mayorías menos favorecidas, que no tenían ni derecho a votar.  Lo que estos reformadores creyeron era sólo el principio de un proceso de gradual democratización de la sociedad rusa, pronto se convirtió en el punto de partida de un proceso regresivo de restauración hacia las formas autocráticas que habían precedido al movimiento reformista. Las fuerzas más reaccionarias del país consideraban que esas tímidas reformas liberales constituían peligrosas derivas hacia un régimen en el que sus privilegios y formas de vida opulenta se verían seriamente amenazados y por eso aumentaron sus presiones sobre la corte zarista, para aumentar la represión dirigida en contra de líderes, periodistas, jueces y hasta funcionarios que aquí y hoy habrían sido tildados de “chairos”; aunque fueran moderados, pero todos equiparados a los minoritarios radicales.  Esto condujo a abusos y crímenes y a la disolución sucesiva de dos “dumas”, hasta lograr un parlamento en el que dominaban los más conservadores, en detrimento de la representación reformista.  También a prisión y ejecuciones.  Y en la consciencia pública quedó memoria del “domingo sangriento”, cuando la policía reprimió, a tiros, a una manifestación pacífica, manchando de sangre el asfalto.  Aun así, tras la humillante derrota de la flota rusa frente a la Armada Japonesa en 1905 (la de ese país, habitado, según el Zar, por “monos amarillos”) y la aún más ominosa derrota de las mal pertrechadas y peor dirigidas tropas enviadas irresponsablemente por Nicolás II al frente europeo oriental de la Primera Guerra Mundial, Rusia aún tenía en el pináculo del poder gubernamental, en 1917, a un líder, Alejandro Kerensky, que representaba a esos reformadores moderados.  Pero el trabajo de insistente socavamiento de la democracia ya había surtido efecto.  La efímera república rusa duró apenas meses, al cabo de los cuales, los hasta entonces minoritarios “bolcheviques”, se volvieron de pronto muy populares por su firme resistencia a la inacabable represión  y a la postre, tomaron violentamente el poder; algo que los grupos más conservadores, realmente, les habían servido “en bandeja de plata” …


El asunto viene a cuento al considerar la actual situación política de Guatemala.  En las elecciones del 2023, pese a las trampas estructurales de un sistema eleccionario diseñado para impedir el surgimiento de propuestas que desafíen a un régimen inmovilista que ha gobernado al país el 90% del tiempo durante los últimos dos siglos, privando a las mayorías de acceso razonable a techo, escuela, hospital y futuro, el electorado guatemalteco votó decisivamente por una opción de cambio, poniendo al frente del Ejecutivo al actual Presidente Constitucional de la República, Bernardo Arévalo De León.  Desde entonces, los beneficiarios mediatos e inmediatos del régimen anciano, atrincherados en los organismos Legislativo y Judicial y también en muchas de las instituciones del Ejecutivo en las que conservan amplias cuotas de poder, están empeñados en lograr una restauración del régimen anterior, que experimenta actualmente un incipiente pero inexorable proceso de descomposición.  Su objetivo es, no nos llamemos a engaño, derrocar al Presidente y así abortar la evolución de la sociedad guatemalteca hacia formas de gobierno más modernas, inclusivas y equitativas, pues temen el potencial costo fiscal de dicha evolución y sobre todo, su pérdida del control del poder.  Eso aunque el gobierno arevalista no sea más que un tímido esfuerzo reformista, centrado en un incipiente pero potencialmente creciente gasto social, profundamente respetuoso de las fórmulas institucionales de la República. El régimen tradicional que lo adversa, por otra parte, tiene sus orígenes en el proceso de Independencia, cuando las élites de entonces, con el Clan Aycinena a la cabeza, inauguró aquí la fórmula de tener grupos de rufianes a cargo “del trabajo sucio” necesario para mantener sus privilegios (en aquel tiempo, la preservación de su control cuasi-monopólico del comercio exterior y hoy, procurar pocos impuestos y cero regulaciones), a cambio de enriquecerse ilegal y descaradamente, a la sombra del poder.  Por eso existe la espontánea coordinación del “pacto de corruptos” (pdc), una entente de oligarcas, políticos venales y una amplia fauna de sicofantes y corifeos, a cual más ridículo.  Si estas fuerzas regresivas triunfaran, amable lector, tendríamos un gobierno visiblemente encabezado por alguien como el Conde Negro o alguna variante del “Sapo Mientes-Ruin”; o de aquel re-confundidito finquero, ese que es ocasional vocero de la “Guatemala Amoral”; asesorado por “luminarias” como aquel ex Constituyente mezcla de Robocop, Hitler y Charlie Chaplin, sin olvidar “la upa” que le harían “Betty, la fea trompista” y la Sandra “Jodialpueblo” de Guatemala, entre otras “bellezas”. Eso sí, si se los permitimos, una vez encaramados al guayabal al mando de los tres organismos del gobierno, ya no soltarían el poder: tendríamos “cleptocracia asegurada”, ciudadano, para, por lo menos, otros veinte años…


Es en ese contexto que hay que analizar el más reciente insulto de los golpistas, a través de su instrumento ejecutor, el Ministerio Público que encabeza Consuelo Porras. Otra vez con el cuento de que Arévalo “se robó las elecciones con el dinero de la USAID”.  Y que “los 48 Cantones, gracias al pisto de los gringos”, impusieron a este “gobierno ilegítimo”, en un acto de sedición.  Que, pese a su derecho de antejuicio, “la nueva evidencia” (que por supuesto está “bajo reserva”) les permitirá encausar hasta al mismísimo Arévalo, en el momento oportuno. El propósito polarizante es claro, pero “les va a salir el tiro por la culata”. Esta captura y procesamiento penal de Luis Pacheco, ex representante formal del alto liderazgo indígena y actual funcionario del gobierno arevalista, entre otros muchos abusos, revela tanto una ilusoria esperanza del pdc en el eventual apoyo del gobierno de Trump (“cuando ´caiga´ Marco Rubio del favor del Canchón”) como desesperación, porque se le acaba el tiempo a la Comosiama al frente del MP.  Además de una profunda subestimación del poder de la Presidencia, que aún conserva el control de las chequeras y de las pistolas. Así que aquí el error de cálculo es monumental.  “Tanto va el cántaro al agua, que al fin se rompe”. Son la minoría que siempre han sido, pero ahora con un arsenal de puros “cuetes quemados”.    


El golpismo está forzando a un pueblo mayoritariamente moderado, “quitado de ruidos”, a tomar posiciones.  Y el pueblo guatemalteco es moderado, pero no necesariamente conservador.  Y la paciencia se le está agotando.  El Presidente, aún fiel a su interpretación legalista de que necesita que el Congreso derogue el inconstitucional cercenamiento de sus facultades, se ha visto orillado a pedirle a los diputados que se pronuncien de inmediato, lo que los está obligando -también- a definirse.  En esta ocasión, el pueblo podrá ver claramente qué diputados están con la democracia y quienes con la corrupción. La reacción de CODECA y luego la contra-reacción de algunos líderes de los transportistas, evidencia que las acciones de los golpistas “le dan bandera” al extremismo de izquierda y al mismo tiempo, que propician reacciones peligrosas en la propia extrema derecha. Están jugando con fuego. Pareciera que, en su búsqueda de un golpe, podrían terminar precipitando una revolución (“los pueblos que no aprenden de la Historia, están destinados a repetirla…”). Si el Congreso, contrario a lo esperado, accede a las peticiones del Presidente, podríamos tener una inesperada salida civilizada a esta nueva y artificial crisis. Si el Congreso cierra filas con la corrupción, por otra parte, el Presidente tendrá que reconsiderar la interpretación jurídica de sus facultades constitucionales o enfrentarse a un cuadro que pondrá en juego su viabilidad en el poder. Como decían los comentaristas deportivos de mi juventud:  el desenlace ya es ahora “de pronóstico reservado”…

 
 
 

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