“Todo poder tiende a corromper; todo poder absoluto, corrompe absolutamente” – Lord Acton –John Emerich Edward Dalberg-Acton– (Inglaterra, 1834-1902).
Una de las características esenciales de la República Democrática Moderna es que el monopólico Poder Coercitivo del Estado se confía temporalmente a un grupo de individuos, dentro de los cuales está el principal mandatario, el (o la) Jefe del Poder Ejecutivo, mediante una elección de los gobernantes por los gobernados, y conforme a las disposiciones de un Contrato Social explícito, la Constitución de dicha República. Esa estructuración republicana de la sociedad, que divide y limita el poder público, que confiere poderes y los quita, es lo que separa a las naciones libres de las esclavizadas, lo que permite que seamos gobernados por leyes generales derivadas del análisis racional y no por el capricho de quienes se hacen del poder. Es lo que separa a los pueblos libres del despotismo. Es lo que separa a la civilización de la barbarie, de la Ley de la Selva, del dominio del simio armado.
El tránsito del despotismo despiadado de variadas formas y estilos hacia el Estado de Derecho, es un fenómeno histórico accidentado y relativamente reciente. Surgió en el Renacimiento como una expresión de nostalgia de lo mejor de la vida clásica, a través del estudio de las vicisitudes de la antigua República romana y empezó a cobrar vida en la modernidad cuando el pueblo inglés decapitó a su Rey (Carlos I de Inglaterra) en 1649, porque entre otras temas, este se negaba a aceptar que no podía poner impuestos y disponer de ellos sin el consentimiento de los gobernados. La discusión política acerca de cómo conviene a los pueblos gobernarse pasó de las islas británicas al otro lado del océano y al otro lado del Canal de la Mancha, conduciendo a la Guerra de Independencia de los futuros Estados Unidos y a la sangrienta Revolución Francesa. De estos tres procesos históricos emanaron las principales ideas de autogobierno que hoy son crecientemente aceptadas en el mundo, a punto tal, que hasta los tiranos como Maduro y Ortega, sienten la necesidad de revestir hipócritamente sus regímenes de una fachada “republicana y democrática”.
El asunto viene a cuento porque nuestras débiles instituciones republicanas están bajo asedio. Nuestra capacidad de elegir y de que nuestra elección se respete están en entredicho. El triste espectáculo de pérdida de credibilidad de nuestro otrora prestigioso Tribunal Supremo Electoral (TSE), ha puesto a la República en innecesario peligro, al poner en duda si nuestras decisiones, como pueblo, están siendo respetadas. Frente a la realidad de que el TSE ha perdido la confianza del electorado, los gobernados debemos actuar, dentro del marco Constitucional, para recuperar la certeza de que nuestra voluntad sí será respetada. En ese espíritu, un grupo de voluntarios conscientes ha creado una herramienta tecnológica que permita devolver a los ciudadanos la confianza de que sus votos serán “bien contados”, de que la decisión del electorado no podrá ser desdibujada. Para eso, cualquier ciudadano que quiera contribuir al rescate de esta esencial característica republicana, solo debe ingresar por Internet al “#Fiscal_digital” (https://fiscaldigital.ceiba.io). Al hacerlo, el sistema le pedirá datos muy sencillos (para dificultar “los ataques cibernéticos” de gente malévola, que siempre hay): nombre, apellido y número de celular, al que le enviará una clave de acceso. Una vez el ciudadano envíe de vuelta al sistema la clave, le aparecerá una “imagen” de la copia de un acta (una de las que forman el 97 por ciento de actas que el TSE, bajo presión pública y a través de su Departamento de Informática, entregó a los fiscales de los partidos, “firmada electrónicamente” con hash SHA1, el viernes 21 de junio). El acta que el ciudadano revisará, elegida al azar por el sistema, es una foto del “Duplicado” del acta de una Junta Receptora de Votos (JRV) de una Mesa específica, de un Centro Electoral específico en un Municipio y Departamento específicos. Lleva la copia de las firmas del Presidente, Secretario y Vocal de la JRV de esa mesa, así como las de los fiscales partidarios que firmaron esa acta. El ciudadano voluntario que acepte sumarse a este esfuerzo, “digitará” los números de las actas en las casillas correspondientes, lo mismo que harán otros ciudadanos registrados en el sistema, desde algún otro lugar del “espacio cibernético”, de manera que con la coincidencia de varias digitaciones, se dará el resultado por bueno. Si cien mil ciudadanos se registran y cada uno “digita” cinco actas, por ejemplo, el proceso de verificación múltiple sólo tomará unos minutos, y pronto sabremos quiénes son, realmente, los diputados electos. Tiene usted, pues, la oportunidad de contribuir a este esfuerzo patriótico. Infórmese y actúe, sea parte de la Historia. Verifique usted, ciudadano, cuantas actas pueda y cuéntele a otros ciudadanos y amigos, de esta iniciativa cívica chapina. Podemos darle un gran ejemplo al mundo y a las generaciones futuras. La solución está en los grandes números. En materia de rescatar a la República, es momento de pasar de las palabras, a los hechos.
Quedan, es cierto, tres incertidumbres: (i) ¿qué pasó con el otro tres por ciento de las actas, cuyas imágenes aún no ha entregado el TSE?, (ii) ¿con qué fidelidad a los originales se crearon esas imágenes que hoy vamos a verificar? y (iii) ¿qué distribución exacta dio el Registro de Ciudadanos al departamento de Informática para las 340 corporaciones municipales? En relación a lo primero, el TSE no tendrá más remedio que explicar, aunque con este ejercicio, los problemas serán ubicados geográficamente (por omisión) y focalizados. En relación a lo segundo, muchos ojos verán en detalle cada acta y cualquier obvia irregularidad podrá ser detectada y tendrá que ser “explicada” por las autoridades correspondientes. En relación a lo tercero, tendrá el Departamento de Informática que entregar el listado exacto, firmado, a fiscales informáticos, de la distribución en los 340 municipios de los partidos políticos. Por otra parte, este ejercicio nos preparará para que nada de esto pase en “la segunda vuelta”, pues para ello podemos exigir que las JRV “suban” una FOTO (firmada electrónicamente) del acta original a “la nube” al terminar su labor cívica; complementadas con las fotos subidas (a dos archivos diferentes, para futura comparación) por los fiscales partidarios presentes. El asunto se volverá público desde que el escrutinio quede consumado por la JRV al nivel de mesa y entonces el problema… ¡“sanseacabó”!
La Constitución reza que los ciudadanos podemos hacer todo aquello que la Ley no prohíba. Recuperemos nuestra democracia, ciudadanos: exijamos, con hechos, respeto a la voluntad del electorado. Con la tecnología como aliada, la ciudadanía guatemalteca queda hoy empoderada y el poder discrecional de nuestros magistrados, limitado. ¡Viva la República de Guatemala!
"Publicado en la sección de Opinión de elPeriodico el 09 de julio 2019"
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