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Foto del escritorCiudadano Toriello

Soñar no cuesta nada…

Podrás decir que soy un soñador, pero te advierto que no soy el único; ojalá un día estés con nosotros… y así el mundo será mejor” – Traducción libre del coro de “Imagine”, canción de John Lennon.


Una mañana de abril del año pasado amanecí optimista y escribí lo siguiente: “Imagine, ciudadano, que despertara usted en un país de limpios lagos apacibles y volcanes deslumbrantes, poblado por gente multicolor en su piel y en su vestimenta, pero homogénea en su amabilidad, educación y buen humor; integrada por alegres exponentes de un pueblo consciente de su herencia cultural milenaria, tanto de cercanas como de distantes raíces. Imagine que sus bosques, sus montañas y sus selvas estuvieran surcadas por aguas cristalinas pero también por numerosas y modernas carreteras, por eficientes vías férreas; sus cuencas protegidas de las aguas negras y de los desechos sólidos, emanando esa paz y seguridad que traen la prosperidad generalizada y una esperanza colectiva ampliamente compartida; bajo un cielo azul profundo durante el día y de dorado a rosáceo en el crepúsculo y en los amaneceres. Imagine a nuestra “eterna primavera” con sus pueblos pintorescos, sus productivos sembradíos, conducidos en orden consensuado, celebrando sus tradiciones y sus alegres costumbres, con la confianza que se percibe cuando se sabe que “quien la hace, la paga” y que en el fondo, “la República es nuestra, es de todos y la cuidamos…”. Con ciudades modernas, cultas y vivibles, rodeadas de flora y fauna, en las que nuestros talentos hicieran gala de su intelecto y de sus artes, haciéndonos parte de un ancho mundo en el que los chapines nos sentiríamos cómodos, siendo lo que somos. Imagine que inteligentemente, extrajéramos riquezas de nuestro subsuelo para beneficio de la Patria y sin dejar mayores cicatrices, con agricultura exuberante y fábricas pujantes, que uniésemos a los dos océanos con un “canal seco” y que enterado el mundo de tanta maravilla y de tanta belleza, se volcara a visitarnos, llenando desde grandes hoteles y complejos vacacionales, hasta pequeños hostales y otros albergues, derramando divisas en restaurantes locales y en otros negocios turísticos que surgirían espontáneamente por todas partes, reforzando a una pujante –y creciente- clase media y extinguiendo para siempre a la pobreza extrema. Imagine a la mayoría con casa decente y a una niñez atendida y a una juventud educada, con sus laboriosos padres prosperando en paz y contemplando a sus hijos soñar un futuro mejor para los que estuviesen por venir… a un país que por su calidad de vida y su marimbística Alma Lira, muy pocos estarían dispuestos a abandonar…”


Ya sé: tras ese efímero sueño maravilloso, despierta usted a la realidad de que tras dos siglos “de vida independiente”, nos hemos negado a (o no hemos podido) hacer eso posible. Es cierto: no hemos logrado superar la sociedad bipolar que emergió de nuestro pasado colonial, cuando se creó una “república de indios” subordinada a una “república de españoles”. En el siglo XIX, cuando la tierra sin dueño era aún abundante en relación a la población, no tuvimos a un Abraham Lincoln que imaginara una “república de todos los ciudadanos” y empequeñecidos y divididos, consolidamos la sociedad bipolar, esa de ”finqueros y campesinos”, esa de “mil siervos y un puñado de señores” que produjo nuestro Capitalismo de Plantación. Y todavía a mediados del siglo pasado, no sólo fallamos, con Arbenz, en convertirnos en una renovada “república de propietarios”, sino que quedamos tercamente enfrentados entre los que dicen que van a redimirnos “con el reparto de lo ajeno” y los que “no quieren que nada cambie.” Y ahí encontramos la fuente primaria de todos nuestros males. De ahí se derivan todos nuestros problemas: de la desesperanzada pobreza de nuestras mayorías y de la terca estulticia de nuestros gobernantes, que no han podido reconocer que todas las repúblicas exitosas partieron de una dotación patrimonial fundacional y entonces no le ponen remedio a esto. Y remedio tiene: tenemos que superar nuestras deficiencias históricas e incorporar a nuestros desposeídos a los beneficios de la vida republicana, a través, ahora, de una dotación patrimonial ciudadana. Un reparto agrarista en Guatemala es hoy aritméticamente imposible, técnicamente regresivo y políticamente inviable, pero a través de una novedosa intervención en el tejido social podríamos poner las bases de una agresivamente ampliada clase media: con acciones de la mitad patrimonial de una “cartera de proyectos republicanos” (carreteras de peaje, ferrocarriles, industrialización de nuestro subsuelo, sistemas de transporte público metropolitano y de otras urbes, “canal seco”, etc.) distribuidas entre los ciudadanos, contra simple presentación de DPI. Seríamos ejemplo para la América hispana: con proyectos “republicanos” que por ello, gozarían de amplio consenso social en vez de la oposición sistemática y destructiva que hemos contemplado hasta hoy. Como se podría haber hecho al “privatizar” la telefonía, la carretera Palín/Escuintla y la electricidad: imagine usted lo que habría pasado si se le hubiese entregado el 49% de las acciones a la ciudadanía, su efecto en el mercado de capitales, en la demanda agregada, en el consumo y en el bienestar general…


Toman hoy posesión nuevas autoridades de gobierno y la esperanza quiere salir a flor de piel. Hoy se vale soñar. Tras un turbio y desgastante proceso electoral, tenemos un nuevo Presidente cuya legalidad no sólo no es cuestionada, sino cuyo arribo es visto por muchos como un muy esperado alivio. Aunque fruto de un sistema podrido, tenemos también casi cien nuevos diputados que además, renovarán nuestras cortes en los próximos meses. Esperemos no malgasten “el beneficio de la duda” que hoy tienen… Que no desperdicien su “cuarto de hora” con la Historia Nacional... Que no nos entreguen, dentro de cuatro años y como el que hoy sale…otro fardo de promesas rotas...


"Publicado en la sección de Opinión de elPeriódico el 14 de Enero de 2020"

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