Guatemala ha estado enzarzada en un largo conflicto entre aquellos que creen conveniente conservar el sistema “como está” y aquellos que quieren “re-fundar” la República con recetas jacobinas, que invariablemente destruyen los incentivos que están detrás de la auténtica prosperidad y que sólo pueden imponerse, realmente, mediante un despotismo violento. Ambas visiones, por supuesto, exhiben versiones más moderadas …y también, más radicales. Las más moderadas enfrentan, como en el resto de Hispanoamérica, dentro de los márgenes de un juego político que intenta ser civilizado y democrático, pero que ha sido hasta la fecha corrupto y estéril, a un “capitalismo subdesarrollado” con un “socialismo a medias” (ése que cuando actúa inteligentemente, ni destruye completamente al mercado, ni busca eliminar la competencia eleccionaria, sino que sólo pretende atenuar las lacerantes diferencias sociales). Los resultados de estas dos versiones “moderadas” son mediocres, cuando bien nos va, y convénzase ciudadano, nunca nos conducirán al “despegue”. Pero, ojo: ambas visiones, también, exhiben en sus extremos, a veces “casi a flor de piel”, versiones más radicales y violentas que enfrentan a dos “neo-fascismos” (aunque no se reconozcan como tales), uno “de derecha” y otro “de izquierda”. Son “las hijas no deseadas” del supuestamente superado “Conflicto Armado Interno” y su reaparición en el escenario siempre puede estar “a la vuelta de la esquina”… Estas dos grandes visiones, de conservadores y socialistas, subyacen en casi todo el acontecer político de las últimas siete décadas en Guatemala y han mantenido a la Patria sumida en un costosísimo impasse histórico…
Esta vez, conducida por sus mejores hijos, Guatemala tiene que dar un “salto” por encima de este trágico “empate” entre los espejismos de “la derecha” y de “la izquierda”, cuyo resultado más notorio, hoy en día, han sido masas de emigrantes. Tenemos que “dar el salto” apartándonos del centenario fruto del “capitalismo de Plantación” al que nos empujaron los falsos liberales del siglo XIX, en dirección a un capitalismo moderno, democrático e incluyente, como el que caracteriza a las naciones “del primer mundo”, al que debiéramos aspirar a entrar. Para ello, debemos hacer realidad un sistema político auténticamente liberal. Pero no lo lograremos si en esta polarizada disputa entre “CICIG o nó CICIG”, regresamos al histórico e intransigente enfrentamiento de socialistas y conservadores. Ese es el riesgo al que nos orillan aquellos conservadores asustadizos que están persuadidos de que la lucha contra la corrupción es en realidad “una conspiración de la izquierda internacional” cuyo fin último, temen, es “agarrarnos desprevenidos” para asaltar el poder. Que “con el cuento de la lucha contra la corrupción”, solapadamente “nos meterán” la agenda “postmarxista”, esa de “los indigenistas”, de la ideología “de género”, de la “ecohisteria”, o peor aún, la de los bandoleros “sociales”. Que en el fondo, los socialistas “de Iván”, quieren sacar “a la derecha” de “la jugada”. Esos conservadores que dan a entender que aquellos que vemos con simpatía los aún imperfectos y hasta sesgados (pero a pesar de todo, bienvenidos) avances en desmantelar a las mafias del Estado, no somos liberales, sino somos, según ellos, “medio comunistas”…
Hay que reconocerlo abiertamente: con todas sus imperfecciones, la presencia de la CICIG en Guatemala ha provocado un punto de inflexión histórico: el derrumbe de un sistema podrido. Gracias a ello, paradójicamente, nos gobierna Jimmy y nó Baldizón. Gracias a ello, en el 2,019 tendremos la oportunidad de discutir ideologías, de contrastar agendas y programas y no sólo ver inermes cómo buscan “meternos un Presidente” repitiendo hasta el cansancio estúpidas cancioncitas vacías y regalando gorritas, como quien vende una nueva marca de jabón; como en ausencia de la CICIG ahorita estaría haciendo Sinibaldi, ese ladrón...
Ya no se lamente, ciudadano; involúcrese. Sí; su Patria necesita que se involucre de nuevo “la estructura informal de liderazgo” de la sociedad. Esa estructura informal de liderazgo que anunció su existencia y su poder en las últimas elecciones generales, cuando impidió que los representantes de “la vieja política” re-tomaran el poder, con nueva fachada, tras la caída de la dupla Pérez/Baldetti… Aunque cuando eso ocurrió en el 2,016, no hubo tiempo de estudiar las opciones y hacer diálogo público y esa oportunidad histórica se perdió. Elegimos a un desconocido sólo porque afirmaba que no era “ni corrupto, ni ladrón”. Sin saber su ideología, sin conocer su inexistente programa. No supimos, realmente, qué elegíamos, sólo sabíamos que no queríamos “más de lo mismo”. Luego, por la pobreza conceptual de la opción elegida, vino la gran decepción. Ojo ciudadanos: No podemos darnos ese lujo otra vez….
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