“Invirtiendo el signo que afecta al bolchevismo, podríamos decir cosas similares del fascismo. Ni uno ni otro... están ‘a la altura de los tiempos’..... Uno y otro -bolchevismo y fascismo- son dos seudoalboradas; no traen la mañana de mañana, sino la de un arcaico día, ya usado una y muchas veces; son primitivismo...” – ‘La rebelión de las masas’, España, 1930, de José Ortega y Gasset.
El pensamiento conservador, que en tiempos de miedo fácilmente deviene fascismo, dejó de gobernar Guatemala, directamente, otra vez, en 1985. Apostó (como lo hizo tras la Independencia, tras la Revolución Liberal y tras la Revolución de Octubre) a transar “apoyo” a cambio de “cuello” y cercanía al poder. Hoy, a través del Corporativismo (las representaciones del CACIF en los cuerpos intermedios del poder, como la Junta Monetaria o el IGSS), co-gobierna, con cualquiera de los dos signos y sin requerir del voto. Eso sí, no hay que olvidar que cuando eso ya no “le resulta”, suele apoyar la ruptura del régimen para gobernar más directamente, como ocurrió en 1839 (apoyando a Carrera, con ayuda de la Iglesia Católica) y en 1954 (apoyando a Castillo Armas, con ayuda de la CIA). La transacción conservadora del 85, por otra parte, supuso la aceptación (“realpolitik”) del gobierno de lo que el pueblo llamó después, “las mafias”. Grosso modo, la alternancia de una “mafia de izquierda”, nutrida de la exguerrilla, con una “mafia de derecha”, nutrida de “los exoficiales que ganaron la guerra”. La contrapartida buscada era que hechos partícipes del poder, no destruirían la república (ni mediante una revolución comunista ni mediante una dictadura militar) porque de tal sistema ambos extremos extraerían su nuevo modus vivendi. Ha sido así, tolerando la creciente infiltración de las mafias en el erario nacional, que en Guatemala “los extremos -sobornados de facto con la ubre gubernamental- se han apartado de los extremismos”; aunque, evidentemente, a un costo cada vez más alto. Tan alto, que ahora ya ese costo hasta impide el desarrollo socioeconómico del país. “La ambición rompe el saco” y hoy las mafias están ahogando a Guatemala; el costo de ‘esta paz’ se está volviendo intolerable..
Estas “mafias”, por otra parte, no son entes coherentes, bien estructurados, sino más bien masas amorfas; con vasos comunicantes entre sí, penetran las estructuras formales del poder en mayor o menor grado, succionando inmisericordemente los escasos recursos de los que el país dispone para progresar. El asunto se hizo tan evidente y con tales repercusiones allende nuestras fronteras (narcotráfico, contrabando e inmigración descontrolada), que el andamiaje institucional del “departamento de Estado” de la poderosa República Imperial, estando en nuestro propio vecindario, tomó cartas en el asunto. Utilizando de instrumento a la CICIG, empezó a contener la actividad mafiosa, con el fin último de “extraer el tumor”. Pero he aquí que eso despertó profundos temores en ciertos círculos del pensamiento conservador de esta parroquia, que al fin y al cabo son beneficiarios preferentes del sistema. Ese combate a las mafias -pensaron- es desestabilizante para nuestra “paz justa y duradera” y además, “con el tal Iván”, se percibe un preocupante sesgo a favor de las mafias de izquierda. La reacción no se hizo esperar y en un titubeo del Imperio (con el sello “Donald Trump”), la operación quirúrgica se abortó. Consecuentemente, las mafias previamente arrinconadas están hoy envalentonadas, volvieron a la carga. El cáncer, mal extirpado, hizo metástasis...
Esa es Guatemala hoy. Mafias “de derecha” tienen penetrado al Ejecutivo y a buena parte del Organismo Judicial, en particular lo que está bajo la égida de la CSJ. Y mafias “de izquierda” se atrincheran en el Congreso y las alcaldías y encuentran algún aliento también en la actual magistratura de la CC, como hasta hace poco, con el anterior TSE. El bochornoso espectáculo de la renovación de nuestras Cortes ¡con candidatos a magistrados besando el anillo de un reo! muestra en todo su esplendor la crisis de ‘la entente del 85’ y la lucha de las mafias por el poder real. Derechas e izquierdas quieren jueces a su medida y a veces parecieran estar dispuestas “a romper el sistema, antes que ceder”. Pero no es más que el acto final en el drama de un sistema que se derrumba ante nuestros ojos. Como ya lo ha señalado Moisés Naím (en “El fin del poder”), estamos frente a un fenómeno global que afecta a empresas, instituciones y aún a naciones poderosas. Los números (“las masas”, diría Ortega y Gasset), la tecnología de las comunicaciones y una novedosa “pre-consciencia colectiva”, hacen virtualmente imposible, aún para las mafias, permanecer en el poder mediante la oscuridad y el anonimato... Lo paradójico es que los ultra-conservadores, si mucho, tienen de su lado a un 15% del electorado (la mayoría de la minoría); y los neo-marxistas, a otro tanto. El 70% de nuestro electorado lo que quiere es, simplemente, que le den caza a estos ladrones del erario y hoy hasta los funcionarios de la Administración Trump reconocen que haber permitido la expulsión de la CICIG -que tuvo sus excesos y sus errores, no cabe duda- fue como “tirar la bañera con todo y niño, para salir del agua sucia”. Por eso, al margen del resultado electoral del próximo noviembre en los EEUU (aunque con más fuerza si éstas se resuelven conforme indican las últimas encuestas) y aunque algunos aún no lo vean, se viene el retorno del consenso bipartidista del país de Eliot Ness, a favor del combate a la corrupción “en el patio trasero” del coloso norteamericano...
Es en ese contexto que ahora el CACIF (con manifestaciones específicas de todas sus Cámaras y alfiles), el CEDECOM y toda la "artillería pesada" del empresariado guatemalteco, de nuevo se posicionan frente al electorado del lado equivocado de la Historia. Su ansia de venganza en contra de los fallos torpes de la CC (en particular contra la Minería) los han obnubilado y los hacen aparecer frente a la Opinión Pública como defensores de “Felipao”, “el Mastodonte” y otros diputados y funcionarios corruptos que quieren zafarse del imperio de la Ley... Ésta es una crisis Constitucional ARTIFICIAL creada en Conciliábulos Conservadores para descarrilar la sentencia de la CC, la que obliga al Congreso a excluir de la lista de nuevos Magistrados de la CSJ a los involucrados en el escándalo de Gustavo Alejos. Lo que quieren los conservadores es que usted ahora sienta que el tema ya no es que pongan en la CSJ a los magistrados de la mafia “de derecha”, sino que la CC se “auto ampara”...¡rásguense las vestiduras! Quieren, además, retrasando la renovación de la CSJ poner también a “sus magistrados” en la próxima CC. Y castrar a la FECI, por perseguir a las mafias para-estatales. La actual Magistratura de la CC ha emitido fallos muy cuestionables (yo no olvido su desastroso fallo en relación a “la consulta” sobre Belice, por ejemplo) y sí es claramente activista de izquierda en temas como la minería; pero en este caso, está siendo descalificada por su fallo en contra de evidentes irregularidades en la conformación de una nueva CSJ, porque está siendo el último bastión en contra de “la restauración de las mafias”. El apoyo de los Conservadores a este asedio contra la CC es una torpeza ilegítima y traerá consecuencias nefastas si triunfa este virtual Golpe de Estado, pues en el exterior se verá como el más reciente asalto en contra de quienes se oponen al retorno de las mafias al poder. Parte de la rebelión de las mafias. Hasta los conservadores inteligentes debieran oponerse a este circo, pensando a futuro, en vez de aplaudir...
No debemos darle rienda suelta a un Congreso que quiere recetarnos unas Cortes a su triste imagen y semejanza. La mayoría de la ciudadanía quiere que metan al bote a los corruptos, aunque algunos sean de apellidos rimbombantes y aunque le arda al CACIF. No debemos repetir el error de haber expulsado a la CICIG en vez de moderarla, apoyando ahora un virtual rompimiento Constitucional. Estos cuatro años más de ‘vieja política conservadora’, obtenidos entre chiripazo y carambola, deben ser los últimos de este estilo. Los auténticos liberales deberán hacer su parte en el combate a la corrupción, so pena de que un radical de izquierda tome ese liderazgo moral y que Guatemala tenga, otra vez, en menos de cuatro años, hondas angustias existenciales...
"Publicado en la sección de Opinión de elPeriódico el 30 de Junio de 2020"
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